El valor de la comunicación


Había una vez una reina que tenía dos principitos, Francisco y Martín. Francisco era el mayor, mientras que Martín era el pequeño de la familia.

La reina amaba a sus hijos con todo su corazón, pero sin darse cuenta, le daba más atención y consentía más a Martín. Martín disfrutaba de todos los privilegios que su madre le otorgaba.

Siempre conseguía los juguetes más divertidos, las golosinas más deliciosas y siempre tenía a la reina pendiente de él. Por otro lado, Francisco se sentía un poco desplazado y triste al ver cómo su hermano recibía constantemente toda la atención. A pesar de esto, Francisco no quería causar problemas ni molestar a su madre con sus sentimientos.

Decidió callarlo todo para no ser un estorbo en la vida de Martín. Pero cada día que pasaba, el peso en su corazón se hacía más grande y difícil de ignorar.

Un día, mientras paseaban por los jardines del castillo, Francisco notó algo diferente en su madre. Parecía preocupada y triste. Aprovechando ese momento íntimo entre ellos dos, decidió romper el silencio que lo había atormentado durante tanto tiempo.

- Mamá -dijo Francisco tímidamente-, tengo algo importante que contarte. - ¿Qué ocurre mi amor? Puedes confiar en mí -respondió la reina acariciándole el cabello. Francisco tomó aire y comenzó a hablar con valentía: - Mamá...

Me siento triste porque siento que me prestas menos atención que a Martín. A veces me siento solo e invisible ante tus ojos. Pero no quiero causarte problemas, por eso he decidido callarlo.

La reina se sorprendió al escuchar las palabras de su hijo y sintió un gran peso en su corazón. No se había dado cuenta de cómo sus acciones afectaban a Francisco. - Mi querido Francisco, lamento mucho haber descuidado tus sentimientos. Nunca quise hacerte sentir así.

Eres mi hijo igualmente amado y valioso como Martín -dijo la reina abrazándolo con ternura-. Prometo que a partir de ahora prestaré más atención a tus necesidades y te haré sentir especial también.

Desde ese día, la reina hizo todo lo posible para equilibrar el amor y la atención entre sus dos principitos. Francisco comenzó a sentirse más feliz y comprendido, mientras que Martín aprendió a compartir y ser menos egoísta.

Juntos, los hermanos vivieron muchas aventuras en el castillo y crecieron sabiendo que eran igualmente importantes para su madre. Aprendieron el valor de expresar sus sentimientos con sinceridad y la importancia de una comunicación abierta en la familia.

Y así, esta historia nos enseña que es importante siempre hablar sobre nuestros sentimientos con las personas que amamos. No debemos callar nuestras preocupaciones o tristezas porque solo así podremos encontrar soluciones juntos y fortalecer nuestros vínculos afectivos.

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