El valor de la diferencia
Había una vez un niño llamado Tomás que era de muy baja estatura. Estaba a punto de empezar la escuela y tanto él como sus padres estaban preocupados de que fuera excluido y rechazado por ser diferente. Sin embargo, Tomás decidió afrontar este nuevo desafío con valentía y optimismo.
El primer día de clases, Tomás llegó a la escuela nervioso pero con una sonrisa en su rostro. Al verlo, algunos niños hicieron comentarios y risitas, lo que lo hizo sentir incómodo. Pero la maestra, la Sra. Marta, intervino rápidamente y les explicó a los estudiantes que el respeto y la amabilidad eran fundamentales en su salón de clases.
Días después, durante el recreo, Tomás se acercó tímidamente a un grupo de niños que estaban jugando a la pelota. Al principio, algunos lo miraron con curiosidad, pero uno de ellos, Martín, le pasó la pelota y le dijo: "¿Quieres jugar con nosotros?". Tomás asintió con una gran sonrisa y se unió al juego. A medida que pasaban los días, Tomás demostró ser un excelente amigo, siempre dispuesto a ayudar y con una gran creatividad para inventar juegos.
Un día, la escuela organizó un concurso de talentos, y Tomás decidió participar. Sus padres estaban preocupados por la reacción de los demás niños, pero él les aseguró que estaba listo para mostrar su talento. En el escenario, Tomás sorprendió a todos con su habilidad para tocar el piano. Al terminar su presentación, el auditorio estalló en aplausos y ovaciones. Incluso los niños que solían burlarse de él estaban impresionados.
Desde ese día, Tomás ganó el respeto y la amistad de muchos de sus compañeros. Se dio cuenta de que su tamaño no definía quién era, y que su valentía y amabilidad lo hacían especial. Todos aprendieron que la verdadera grandeza está en el corazón, no en la estatura.
Y así, Tomás vivió muchas aventuras en la escuela, rodeado de amigos que valoraban su singularidad y lo apoyaban en todo momento.
FIN.