El valor de la diversidad


Había una vez en una escuela muy especial donde todos los alumnos eran diferentes y únicos en su propio modo. Había niños altos, bajitos, rubios, morenos, con anteojos, con pecas y de distintas nacionalidades.

Sin embargo, a pesar de la diversidad, algunos de los niños no sabían apreciar y respetar las diferencias de los demás. En el aula, Natalia, una niña de cabello rizado y piel oscura, siempre se sentía triste porque sus compañeros se burlaban de su aspecto.

- ¡Mira a la negrita, parece una muñeca fea! - se reían algunos. Natalia no entendía por qué la trataban de esa manera, solo quería ser aceptada y querida como los demás. Un día, llegó un alumno nuevo a la escuela.

Se llamaba Martín y tenía una pierna ortopédica. Al principio, algunos chicos lo miraban con curiosidad y no sabían cómo tratarlo.

Pero gracias a la valentía de Natalia, quien se acercó a él con amabilidad, los demás empezaron a conocerlo y se dieron cuenta de lo divertido y amigable que era. Poco a poco, Martín se integró al grupo y la discriminación empezó a desaparecer.

Natalia había enseñado a todos que la verdadera riqueza de la escuela estaba en su diversidad. Juntos, los niños organizaron actividades para celebrar sus diferencias y aprendieron a respetarse mutuamente. Desde ese día, la escuela se convirtió en un lugar donde todos eran aceptados y valorados, sin importar su aspecto o sus capacidades.

Natalia se dio cuenta de que su valentía y empatía habían logrado un cambio maravilloso en su entorno, demostrando que la diversidad es un regalo que enriquece nuestras vidas.

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