El valor de la educación física


Era una mañana soleada en la escuela primaria "Los Pekes", donde los niños corrían y jugaban en el patio de juegos mientras esperaban que comenzara su clase de educación física.

La maestra de educación física, la Señorita Ana, llegó al patio con una gran sonrisa en su rostro. Los niños se emocionaron al verla y corrieron hacia ella para saludarla. "¡Buenos días, chicos! ¿Están listos para aprender hoy?", dijo la Señorita Ana animadamente.

"¡Sííí!", gritaron los niños emocionados. La Señorita Ana comenzó a explicarles el plan de la clase del día: iban a jugar un juego llamado "El Tesoro Perdido".

El objetivo era encontrar todas las piezas del tesoro escondidas por el patio de juegos antes de que se acabara el tiempo. Los niños estaban muy emocionados por este juego y comenzaron a buscar rápidamente las piezas del tesoro.

Pero algo extraño estaba sucediendo: algunos niños parecían estar teniendo dificultades para encontrar las piezas, mientras que otros los encontraban fácilmente. La Señorita Ana notó esto y decidió detener el juego. Reunió a todos los niños juntos y les preguntó si alguien necesitaba ayuda para encontrar las piezas del tesoro.

Uno de los niños, Juanito, levantó tímidamente la mano. "Señorita Ana, no puedo encontrar ninguna pieza del tesoro", dijo con tristeza.

La Señorita Ana se acercó a Juanito con calma y le preguntó: "¿Has buscado en todos los lugares posibles, Juanito?""Sí, pero no puedo encontrar nada", respondió Juanito con frustración. La Señorita Ana sonrió y le dijo: "Bueno, tal vez necesitas mirar más de cerca. A veces las cosas están justo en frente de nosotros y no las vemos porque estamos distraídos".

Juanito siguió buscando con más atención y finalmente encontró una pieza del tesoro. La Señorita Ana se acercó a él y le dio un gran abrazo. "¡Muy bien hecho, Juanito! Sabía que podías hacerlo", dijo la Señorita Ana orgullosamente.

A partir de ese momento, los niños aprendieron que la educación física no solo era sobre correr y jugar. También se trataba de aprender a prestar atención a su entorno y ser conscientes de sus propias habilidades físicas.

Al finalizar la clase, todos los niños estaban agotados pero felices por haber encontrado todas las piezas del tesoro. Se despidieron de la Señorita Ana con una gran sonrisa en sus rostros.

"¡Gracias por enseñarnos hoy!", exclamaron los niños emocionados. La Señorita Ana se fue a casa esa tarde sintiéndose feliz y satisfecha por haber enseñado a los niños algo nuevo sobre cómo aprender durante su educación física.

Sabía que había dejado una huella positiva en cada uno de ellos para siempre.

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