El Valor de la Empatía y la Honradez
Érase una vez en la helada Antártida, dos pingüinos llamados Fafy y Ary. Ambos eran compañeros de clase en la Escuela de Pingüinos del Polo. Fafy era muy curioso y siempre se hacía muchas preguntas, mientras que Ary se destacaba por su capacidad para escuchar y entender a los demás. Un día, la profesora Pingüina organizó un concurso en el que los pingüinos debían presentar una idea creativa para ayudar a su comunidad.
"¡Como me gustaría ganar!" - dijo Fafy emocionado, ajustándose las pequeñas gafas que llevaba.
"Lo importante no es ganar, sino ayudar a los demás y compartir nuestras ideas" - respondió Ary con una sonrisa.
Así, ambos se pusieron a trabajar en su proyecto. Después de varios días de brainstorming, decidieron hacer una gran fiesta en la escuela para que todos los pingüinos de la comunidad pudieran disfrutar juntos y conocerse mejor. Cada uno tenía su tarea asignada: Fafy se encargaría de buscar decoración y Ary de invitar a todos.
Las cosas iban bien, hasta que un día, mientras Fafy estaba buscando decoraciones, encontró un gran saco lleno de alimentos. Se sorprendió y se preguntó de quién sería.
"¡Mirá lo que encontré, Ary!" - exclamó Fafy, mirando el saco lleno de peces deliciosos.
"Eso es genial, pero Fafy, ¿no deberíamos averiguar a quién pertenece?" - inquirió Ary, frunciendo el ceño.
"No sé, podríamos usarlo para la fiesta y nadie se daría cuenta..." - sugirió Fafy, sintiendo la tentación de aprovecharse de la situación.
Ary lo miró preocupada.
"Fafy, eso no sería honrado. Si alguien ha perdido esto, deberíamos devolverlo."
Fafy dudó por un momento, pero las palabras de Ary lo hicieron reflexionar.
"Tenés razón, Ary. Vamos a devolverlo. Pero, ¿cómo lo haremos?" - se preguntó Fafy.
Entonces, decidieron llevar el saco a la plaza de la escuela y preguntar si alguien lo había perdido. Después de un rato, un pingüino mayor se acercó y, con la voz temblorosa, dijo:
"¡Ese es mío! Lo había dejado afuera mientras iba a buscar más materiales para mi proyecto".
Fafy y Ary sintieron una gran alegría en sus corazones.
"¡Qué felicidad que lo encontraste!" - dijo Fafy.
"Gracias por ser tan honrados, jóvenes" - respondió el pingüino mayor, abrumado por la amabilidad de Fafy y Ary.
Días después, llegó la fecha de la fiesta. La escuela estaba decorada con luces de colores y música. Todos los pingüinos estaban felices y disfrutando juntos. Fafy y Ary miraban a su alrededor, sonriendo.
"Mirá todos estos pingüinos felices. Si no hubiéramos devuelto el saco, tal vez no hubiéramos tenido esta fiesta tan hermosa" - dijo Fafy.
"Eso se debe a que hicimos lo correcto. A veces hay que hacer lo difícil, pero vale la pena" - agregó Ary.
Al final del día, el concurso se llevó a cabo. Fafy y Ary no ganaron el primer premio, pero su proyecto fue muy apreciado por todos. La profesora Pingüina los felicitó por su esfuerzo y, sobre todo, por su honradez y empatía.
"Ustedes son un ejemplo para todos nosotros. La verdadera victoria es hacer lo correcto y cuidar de los demás" - concluyó la profesora.
Y así, Fafy y Ary aprendieron que la empatía y la honradez traen recompensas mucho más grandes que cualquier premio material. La fiesta fue un éxito, y desde ese día, ambos pingüinos se comprometieron a seguir siendo siempre un buen ejemplo, no solo en la escuela, sino en su vida diaria. Y así, en la fría Antártida, Fafy y Ary se convirtieron en verdaderos embajadores de la bondad y la amistad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.