El valor de la escucha

Pablo era un niño muy travieso y rebelde. Siempre hacía lo que quería, cuando quería y como quería.

Su mamá le pedía que se lavara las manos antes de comer, pero él no le hacía caso y seguía jugando con sus carritos de carrera. Su papá le decía que debía reagarrar sus juguetes después de jugar, pero Pablo simplemente los dejaba tirados por toda la casa.

Un día, mientras jugaba en el parque con su pelota favorita, se encontró con un señor mayor sentado en una banca. El hombre lo miró y le preguntó: "¿Por qué estás tan enojado?"Pablo frunció el ceño y respondió: "No estoy enojado".

El hombre sonrió y dijo: "Oh, yo creo que sí lo estás. He visto a muchos niños como tú antes". Pablo bufó y comenzó a patear su pelota. El hombre continuó hablando: "Sabes, cuando yo era joven también solía ser muy terco e impulsivo.

Pero aprendí una cosa importante: escuchar a los demás es una habilidad valiosa". Pablo levantó la cabeza para mirarlo. "Cuando alguien te da indicaciones o consejos, no significa que quieran controlarte o decirte qué hacer", explicó el anciano.

"En realidad están tratando de ayudarte a crecer y aprender cosas nuevas". Pablo pensó en eso por un momento. Tal vez tenía razón. De repente, escucharon unos gritos provenientes del otro lado del parque.

Era un niño pequeño que había caído al suelo mientras corría detrás de su perro. Sin pensarlo dos veces, Pablo corrió hacia él y lo ayudó a levantarse. Luego, buscó al perro y se aseguró de que también estuviera bien.

El anciano sonrió con orgullo mientras observaba la escena. "Veo que has aprendido una valiosa lección hoy, Pablo", dijo el hombre. "Escuchar a los demás y ser amable es importante". Pablo sonrió ampliamente y asintió con la cabeza.

A partir de ese día, comenzó a prestar más atención cuando sus padres o cualquier otra persona le daban indicaciones. Se dio cuenta de que no era malo pedir ayuda o seguir las instrucciones de alguien más.

Y así, Pablo se convirtió en un niño mucho más feliz y respetuoso con los demás.