El valor de la generosidad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un niño llamado Fernando Andrés. Era un niño de 4 años muy inteligente, curioso y juguetón.

Le encantaba aprender cosas nuevas y siempre estaba rodeado de libros y juguetes. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, escuchó a sus padres hablar sobre lo orgullosos que estaban de él por sacar tan buenas notas en la escuela.

Fernando Andrés se sintió muy contento al escuchar eso y decidió esforzarse aún más para seguir recibiendo felicitaciones. Una tarde, mientras estaba en el parque con su hermanita Sofía, vio a un grupo de niños tristes porque no podían jugar al fútbol ya que no tenían una pelota.

Sin dudarlo un segundo, Fernando Andrés se acercó a ellos y les ofreció compartir su pelota para que todos pudieran divertirse juntos. Los niños estaban sorprendidos por la generosidad de Fernando Andrés y empezaron a jugar felices.

Al terminar la tarde, los niños le agradecieron y le dijeron lo bueno que era compartir con los demás. Desde ese día, Fernando Andrés entendió la importancia de ser amable y generoso con los demás.

Comenzó a ayudar a sus compañeros en la escuela, compartía sus juguetes con su hermanita y siempre estaba dispuesto a tender una mano a quien lo necesitara. Un día, mientras caminaba por el pueblo, escuchó llantos provenientes de un callejón.

Se acercó corriendo y encontró a un perrito abandonado. Sin pensarlo dos veces, llevó al perrito a su casa para cuidarlo y darle cariño.

Sus padres se sorprendieron al ver al nuevo miembro de la familia, pero al ver la ternura con la que Fernando Andrés cuidaba del perrito decidieron adoptarlo como mascota oficial de la familia. Fernando Andrés estaba feliz de tener un nuevo amigo animal en casa y aprendió sobre la responsabilidad que implicaba cuidar a una mascota.

Con el paso del tiempo, Fernando Andrés se convirtió en un niño ejemplar no solo por sus buenas notas en la escuela sino también por su bondad y generosidad hacia los demás.

Siempre recordaba que las acciones pequeñas pueden hacer grandes diferencias en el mundo. Y así, entre juegos, risas y muchas aventuras más, Fernando Andrés siguió creciendo siendo amado por todos quienes lo conocían por ser un niño especial lleno de luz y bondad.

FIN.

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