El Valor de la Historia
En el pequeño pueblo de Valleverde, donde todos los días se escuchaban las risas de los niños jugando, había una escuela llena de vida. Sin embargo, en esa misma escuela, un niño llamado Lucas sentía que era diferente. No porque no se llevara bien con sus compañeros, sino porque tenía una habilidad especial: ¡sabía más de historia que cualquiera!
Desde que era muy pequeño, Lucas se pasaba horas leyendo libros y soñando con los grandes personajes que había conocido en sus páginas. Sus amigos no compartían su pasatiempo favorito y, a menudo, lo miraban raro cuando les contaba sobre las antiguas civilizaciones o los grandes descubrimientos del pasado.
"Lucas, ¡basta de hablar de historia! Es un embole. Vamos a jugar a la pelota!" - decía Tomás, un compañero de clase.
"Pero chicos, ¿no les parece interesante lo que les cuento? ¡A veces creo que hasta podría ser un historiador reconocido!" - respondía Lucas con ilusión.
Y aunque Lucas intentaba compartir su pasión, sentía que sus compañeros se alejaban cada vez más. Algunos incluso comenzaron a llamarlo "El Loco de la Historia", lo que lo hizo sentir muy triste y sólo.
Un día, mientras todos estaban preparando un proyecto grupal sobre diferentes temas, Lucas se emocionó y dijo:
"¡Yo puedo hacer una presentación sobre la Revolución del 70! Sé mucho sobre eso, podría ayudarles."
Los demás se miraron entre sí, y luego Tomás, con una sonrisa sarcástica, dijo:
"No gracias, Lucas, tus cosas de historia no importan. Mejor quedate al margen. ¿No ves que queremos hacer algo más divertido?"
Lucas sintió un nudo en la garganta. Él solo quería compartir lo que amaba, pero en lugar de eso, se sintió excluido de su grupo de amigos. Así que decidió guardar su conocimiento en su corazón y alejarse un poco.
Un día, en medio de la tristeza, un nuevo profesor llegó a la escuela. Se llamaba Manuel y tenía una gran pasión por la historia, al igual que Lucas. Cuando Manuel llegó a la clase y notó que Lucas estaba callado y apartado, le preguntó con amabilidad:
"¿Qué te sucede, Lucas?"
"Nada, profesor. Solo estoy escuchando..." - respondió tímidamente.
"¿Te gustaría contarme sobre lo que sabes de la Revolución del 70? Estoy seguro de que es fascinante."
Los ojos de Lucas brillaron. Nadie le había preguntado eso en tanto tiempo. Con un poco de nerviosismo, comenzó a compartir su pasión. Manuel escuchaba atentamente y asintiendo.
"¡Es impresionante! Veo que sabes mucho. ¿Te gustaría dar una charla a la clase? Quizás puedan aprender algo nuevo y tú también te sentirías mejor."
Lucas se sintió nervioso por un momento, pero comenzó a emocionarse al imaginar lo que podría hacer. Así que aceptó.
El día de la charla llegó. Lucas, con un temblor en la voz, comenzó a hablar sobre la revolución. Al principio, sus compañeros no parecían prestar atención. Pero a medida que avanzaba, las miradas comenzaban a cambiar. Sus historias sobre héroes, batallas y decisiones difíciles cautivaron la atención de todos. Hasta Tomás se asombró.
"¡No sabía que era así!" - dijo, sorprendido.
"Y pensar que le llamábamos ‘Loco de la Historia’… ¡estabas lleno de conocimiento!" - comentó Ana.
Al finalizar la presentación, los aplausos resonaron en el aula. Lucas no podía creer lo que estaba sucediendo. Se sintió aceptado y valorado por primera vez. Su pasión había brillado y, por primera vez, sus compañeros lo miraron con admiración.
Después de aquella experiencia, Lucas se convirtió en un referente de la historia en su clase. Los niños comenzaron a pedirle ayuda para sus trabajos, y Lucas no solo se sintió feliz, sino también empoderado por sus propios conocimientos.
Inspirado por su propia historia, el profesor Manuel propuso crear un club de historia en la escuela donde todos pudieran participar y compartir sus conocimientos. "El club de los cuentos del pasado" se convirtió en un gran éxito, donde cada niño podía hablar sobre lo que más le interesara, ya sea historia, ciencia, o cualquier tema que les apasione.
"Eso es, Lucas. ¡Todos tienen un lugar aquí!" - dijo Manuel, mientras veía el entusiasmo en los rostros de sus alumnos.
Y así, en Valleverde, Lucas aprendió que sus diferencias eran lo que lo hacía especial, y que compartir su pasión lo había unido aún más a sus compañeros. Desde ese día, se cercioró jamás de dejar de ser él mismo, porque en la diversidad estaba la verdadera riqueza de su pequeño mundo. A partir de ese momento, cada vez que veía a un compañero aislado, se aseguraba de invitarlo a compartir juntos sus historias, creando un ambiente de inclusión y respeto por los Derechos Humanos.
Y así, el niño que solía ser excluido, se convirtió en un campeón de la diversidad, enseñando a todos que cada voz importa.
FIN.