El valor de la lectura



En la selva vivía una colorida manada de monitos muy traviesos y juguetones. Todos eran amigos, menos Renato, un monito distinto a los demás.

Renato era muy lindo e inteligente, pero prefería leer libros y resolver problemas matemáticos en lugar de trepar árboles o jugar al escondite. Un día, mientras los otros monitos reían y jugaban cerca del río, Renato estaba concentrado resolviendo un difícil acertijo matemático.

Ámbar, una monita curiosa y amable, se acercó a él con una sonrisa. "¡Hola Renato! ¿Qué estás haciendo?" -preguntó Ámbar con interés. Renato levantó la mirada sorprendido por la visita inesperada. "Oh, hola Ámbar. Estoy intentando resolver este problema matemático. Es todo un desafío", respondió tímidamente.

Ámbar se sentó a su lado y observó el problema por unos momentos. Luego, con entusiasmo, dijo: "¡Vaya! Eres realmente bueno en esto, Renato. Ojalá yo pudiera ser tan inteligente como tú".

Renato sonrió tímidamente ante el halago de su amiga. A pesar de que no tenía muchos amigos en la manada debido a sus intereses diferentes, se sentía feliz de tener a Ámbar a su lado. Los días pasaron y Renato y Ámbar se volvieron inseparables.

Juntos exploraban la selva, aprendían cosas nuevas y compartían risas bajo el sol brillante. Sin embargo, algunos monitos de la manada no entendían por qué Ámbar pasaba tanto tiempo con Renato en lugar de jugar con ellos.

Un día, durante un juego de carreras entre los monitos más rápidos de la manada, uno de ellos tropezó y cayó al suelo lastimándose una pata. Los demás monitos comenzaron a preocuparse e inmediatamente buscaron ayuda.

Ámbar recordó que Renato siempre llevaba consigo un botiquín de primeros auxilios que había preparado meticulosamente después de leer varios libros sobre medicina básica en la selva. "¡Renato! ¡Necesitamos tu ayuda!" -exclamó Ámbar corriendo hacia él junto al grupo preocupado.

Renato asintió calmadamente y se acercó al mono herido para brindarle los primeros auxilios necesarios. Con cuidado limpió la herida y vendó la pata lastimada mientras explicaba cada paso que realizaba.

Los demás monitos observaban maravillados cómo Renato ayudaba al mono herido con tanta destreza y calma. Pronto comprendieron que aunque era diferente a ellos en gustos e intereses, Renato tenía habilidades especiales que podían beneficiar a toda la manada.

Desde ese día en adelante, los otros monitos empezaron a apreciar las cualidades únicas de Renato y le dieron el reconocimiento que merecía por ser tan bondadoso y hábil en tantas áreas distintas.

La selva ya no era solo un lugar donde vivir para Renato; ahora era su hogar donde había encontrado verdaderos amigos que lo aceptaban tal como era: un monito lindo e inteligente con mucho amor para dar.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!