El valor de la magia



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, donde las flores siempre estaban en plena floración y los árboles hablaban con sus hojas, había un niño llamado Lucas. Lucas era conocido por todos como un niño curioso y soñador, siempre imaginando mundos fantásticos y aventuras increíbles. Un día, mientras exploraba el bosque cercano, se topó con un brillo extraño entre los arbustos.

- ¿Qué será eso? - se preguntó Lucas, acercándose lentamente.

Cuando llegó al lugar, encontró una pequeña piedra brillante que emitía un resplandor azul. Al tocarla, se sintió lleno de energía y, de repente, una figura mágica apareció ante él. Era un hada llamada Lila.

- ¡Hola, Lucas! - exclamó Lila, revoloteando alrededor de él - He estado esperando que alguien puro de corazón encontrara esta piedra. Te otorgará un deseo.

Lucas, emocionado, no quiso perder tiempo.

- ¡Quiero tener el poder de volar! - gritó.

Lila sonrió y, con un gesto de su varita, Lucas sintió cómo sus pies se elevaban del suelo.

- ¡Soy un pájaro! - exclamó mientras volaba en círculo, riendo de felicidad. Pero al poco tiempo, se dio cuenta de que no podía controlar su vuelo y terminó aterrizando de golpe en el campo.

- ¡Ouch! - se quejó mientras se frotaba el trasero.

- Volar no es tan fácil como parece - dijo Lila, aterrizando a su lado. - ¿Por qué no piensas en algo que puedas usar para ayudar a los demás?

Lucas reflexionó y vio a sus amigos, jugando cerca del arroyo.

- Desearé que todos en el pueblo tengan un día de diversión con juegos y sorpresas - decidió.

- ¡Hecho! - dijo Lila y, de repente, los árboles comenzaron a lanzar pétalos de flores y a brotar juegos mágicos. Los niños del pueblo corrieron emocionados, disfrutando de un día inolvidable.

Pero algo extraño comenzó a suceder. A medida que los juegos se desarrollaban, algunos niños comenzaron a pelear por jugar con los mismos juguetes.

- ¡No! - gritó Lucas, viendo cómo un grupo comenzó a arrebatarse cosas. - Esto no está bien. La magia no debería causar peleas. - Se acercó a sus amigos y, decidido, propuso una solución. - ¿Y si hacemos un torneo de juegos, donde todos podamos participar y colaborar? Así no habrá peleas y todos se divertirán.

Los niños se miraron y acordaron rápidamente.

- ¡Buena idea, Lucas! - dijeron. - Así todos tendrás la oportunidad de ganar.

Ese día, el pueblo no solo experimentó magia, sino también amistad y trabajo en equipo. Al final de la jornada, mientras el sol se ponía, Lila se acercó a Lucas.

- Has aprendido algo muy importante hoy, Lucas. La magia más grande no está en los deseos, sino en el valor de compartir y colaborar con los demás.

Lucas sonrió satisfecho. Se dio cuenta de que hacer felices a los demás era el verdadero tesoro. Fertilizó la flor que más le gustaba y se despidió de Lila, prometiendo seguir llevando magia a todos con su corazón generoso.

Desde ese día, Lucas nunca volvió a ver la magia de la misma forma. Comprendió que la verdadera magia surgía de sus acciones, de compartir con los demás y de cuidar su entorno. Y así, en el pueblito de Arcoíris, siempre había risas y juegos, ya que el valor de la magia estaba en el amor y la amistad que se cultivaban entre todos.

Y el crecimiento de cada flor recordaba a todo el pueblo que juntos podían hacer algo maravilloso, más allá de cualquier deseo.

Fin.

FIN.

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