El Valor de la Verdad



En un pequeño y colorido pueblo llamado Colibrí, vivía una niña llamada Lola. Lola era alegre y curiosa, siempre con una sonrisa en el rostro y una chispa en los ojos. Sin embargo, tenía un pequeño defecto: a veces decía algunas mentiras piadosas para salir de problemas.

Un día, mientras jugaba en el parque con su amigo Tomás, Lola se dio cuenta de que tenía que entregarle a la maestra un dibujo que había hecho. Pero el dibujo estaba muy desprolijo porque lo había hecho corriendo y no quería que su maestra se decepcionara.

Así que decidió decirle a Tomás:

"¡Mirá, hice un dibujo increíble!"

"¡Qué bueno, Lola! ¿Me lo mostrás?" preguntó Tomás, emocionado.

Lola se puso nerviosa, pero antes de responder, se le ocurrió la idea de hacerlo más grande.

"Es tan grande que no puedo llevarlo ahora, pero mañana te lo muestro, te va a encantar!"

Al día siguiente, Lola fue a la escuela y trató de no pensar en el dibujo. Al llegar, se encontró con su maestra, la señora Clara, que le preguntó por su ilustración.

"¡Claro que sí, señora Clara! Hoy se los muestro" dijo Lola, sintiendo un nudo en el estómago.

Sin embargo, cuando llegó la hora de mostrar el dibujo, se dio cuenta de que no podía simplemente inventar algo.

Entonces, con el corazón latiéndole rápido, Lola se acercó a la maestra y le dijo:

"Señora Clara, la verdad es que no he hecho mi dibujo. Me siento mal por no haberlo entregado"

La señora Clara la miró con ternura y le respondió:

"Lola, agradezco tu honestidad. Siempre es mejor decir la verdad, aunque duela un poquito. ¿Por qué no haces un nuevo dibujo ahora?"

Lola sintió un enorme alivio. La maestra no se enojó. Empezó a dibujar, y se dio cuenta de que la libertad de ser honesta le daba mucha más tranquilidad. Mientras trabajaba, se sintió inspirada y su dibujo terminó siendo mucho más hermoso que el primero.

Los días pasaron y Lola comenzó a aplicar este nuevo valor en su vida. Un día, en la tienda, su mamá tenía una fila larga detrás de ella porque Lola seguía mirando juguetes.

"Lola, ¿por qué no venimos aquí a comprar? Hay que irnos, ya elegiste. ¡Si no salimos pronto, le daré un ultimátum a tu papá!"

Lola comenzó a pensar en una justificar: "Podría decir que no vi el reloj". Pero entonces, recordó la conversación con la señora Clara.

"Mamá, la verdad es que estaba disfrutando mirar los juguetitos. Lo siento, pero no me di cuenta del tiempo"

Su mamá sonrió y le acarició el cabello:

"Gracias por ser honesta, Lola. Vamos a buscar a papá y le diré que tenemos que irnos ya. Además, podemos volver otro día a mirar si te parece bien"

Poco a poco, Lola se sintió más confiada y notó cómo ser honesta hacía que las personas a su alrededor la apreciaran más. Un tiempo después, un compañero de la escuela, Facundo, hizo una travesura y la acusaron a ella.

Lola, sin pensar, alzó la mano y dijo:

"No fui yo, señor. Facundo fue el que rompió la ventana"

"¿Y cómo lo sabes?" preguntó la profesora Olga con desconfianza.

"Porque lo vi cuando se cayó la pelota, pero no lo quería delatar. Pero es mejor que la verdad salga a la luz"

Cuando Facundo escuchó eso, se paró y confesó:

"Es cierto, lo siento, hice un desastre. No sé qué me pasó"

La profesora quedó impresionada y decidió hablar con Facundo y sus padres. Cuando la clase terminó, Lola recibió elogios de sus compañeros y la señora Olga.

"Gracias, Lola. A veces, decir la verdad puede ser difícil, pero ayuda a que todo esté en su lugar"

Lola aprendió que ser honesta no solo la ayudaba a sentirse mejor, sino que también ayudaba a otros y a resolver problemas. Esa noche, cuando se fue a dormir, pensó en todo lo que había aprendido, y estaba orgullosa de sí misma.

Desde ese día, Lola se convirtió en una defensora de la verdad en su escuela, enseñando a otros niños, a no tener miedo de ser honestos. Su viaje con la verdad se convirtió en una hermosa aventura, llena de nuevas amistades y confianza.

Y así, Lola comprendió que el valor de no mentir era, sin dudas, un súper poder que no solo la ayudaba a ella, sino a todos a su alrededor. Vivieron felices, siempre confiando en la magia de la honestidad.

FIN.

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