El Valor de la Verdad



En un pequeño y colorido bosque, vivía una simpática chinita llamada Chinita, y una esforzada abeja llamada Abeja. Eran las mejores amigas, pasaban los días volando y explorando juntas. Sin embargo, un día, un pequeño malentendido dio paso a una gran mentira que cambiaría su amistad para siempre.

Chinita, deseando impresionar a Abeja, decidió exagerar una historia sobre su vida. "Hoy en el jardín, vi a un dragón que escupía fuego justo frente a mis ojos"-, le dijo emocionada a su amiga. Abeja, que siempre había creído en las historias de Chinita, la miró con asombro, pero su mirada levemente escéptica no pasó desapercibida.

Días después, Abeja, sintiéndose insegura, también decidió contar una pequeña equivocación. "Ayer, hice un viaje a una flor que brillaba en la oscuridad, ¡fue increíble!"-. Aunque era verdad, su relato fue adornado con detalles que no habían sucedido realmente.

La relación de confianza que tenían comenzó a deteriorarse. Chinita, al enterarse que Abeja había mentido sobre su viaje, se sintió dolida. "Si Abeja puede mentir, entonces yo también puedo hacerlo"-, pensó. Así, decidieron separarse, dejando a un lado la amistad que tanto valoraban.

Aisladas en su tristeza, ambas reflexionaron sobre lo ocurrido. Chinita, tras días de soledad, comprendió que la amistad no se construía sobre mentiras. "¿Qué he hecho? La amistad se basa en la confianza y la sinceridad"-, se dijo a sí misma mientras observaba un hermoso atardecer.

Decidida a enmendar las cosas, tomó una hoja de papel y escribió una carta para Abeja. "Querida Abeja, lamento mis mentiras y deseo hablar contigo. Nuestra amistad es lo más importante para mí"-. Con el corazón en la mano, se dirigió al jardín donde solían jugar.

Por otro lado, Abeja, casi al mismo tiempo, se sentía igual de apenada. También había estado pensando en cómo había arruinado la relación. Se encontró con la carta de Chinita, que, justo en ese momento, había llegado a su colmena.

Con un impulso de esperanza, Abeja voló hacia el jardín. Allí las dos se encontraron. —"Chinita" -, dijo Abeja, "recibí tu carta. También me siento mal por haber mentido. Pido disculpas"-.

"Yo también lo siento, Abeja. Prometamos ser sinceras la una con la otra, sin miedo a ser juzgadas"-, propuso Chinita, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Ambas se dieron un fuerte abrazo, sintiendo que la verdad era el verdadero regalo que podían compartir. Desde ese día, la Chinita y la Abeja se hicieron un pacto de sinceridad, donde todas sus historias, aunque pequeñas o grandes, eran siempre contadas tal como sucedían.

Los días pasaron y su amistad floreció, y cada vez que sentían dudas, se sentaban a hablar y a reírse juntas. Así, aprendieron que las mentiras solo alejan a quienes realmente se quieren.

Y en cada rincón del bosque, el eco de su risa resonaba, recordando a todos que la amistad verdadera siempre se alimenta de la verdad.

FIN.

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