El valor de las normas de convivencia
En una pequeña aldea llamada Villa Esperanza, vivían varios animalitos que compartían un gran bosque. Entre ellos, estaba Lucas, un simpático conejito, muy inquieto y travieso.
Un día, la alcaldesa del bosque, Doña Lechuza, convocó a todos los habitantes para hablar sobre la importancia de las normas de convivencia, el respeto, la socialización y la solidaridad. -Buenos días, queridos vecinos -comenzó diciendo Doña Lechuza desde lo alto de su árbol-.
Como saben, para que nuestra aldea sea un lugar armonioso y seguro, es fundamental que todos respetemos las normas de convivencia, nos tratemos con respeto y nos ayudemos mutuamente. Lucas, el conejito inquieto, no prestaba mucha atención y empezó a jugar con su amiguito Rulo, el zorro.
Mientras tanto, Doña Lechuza continuaba explicando la importancia de las normas y el valor de la solidaridad. Sin embargo, en medio de la charla, un fuerte temblor sacudió la aldea. Todos los animales se asustaron y no sabían qué hacer.
Entonces, Doña Lechuza tomó la palabra: -Tranquilos, queridos vecinos. Según nuestras normas de convivencia, en caso de emergencia, debemos ayudarnos y mantener la calma.
¡Vamos, juntos podemos salir adelante! Con esfuerzo y trabajo en equipo, lograron resolver la situación de emergencia y restablecer la calma en la aldea. A partir de ese día, Lucas comprendió la importancia de las normas de convivencia, el respeto, la socialización y la solidaridad.
Comenzó a respetar las reglas, a tratar con amabilidad a sus amigos y a colaborar en las tareas comunitarias. Así, Villa Esperanza se convirtió en un lugar donde todos los habitantes se respetaban, convivían en armonía y se ayudaban mutuamente.
FIN.