El Valor de las Palabras



Era un soleado día en la escuela del barrio, donde todos los niños corrían y jugaban alegres en el recreo. Angelito y Melinda eran dos niños que aún no habían aprendido lo importante que es ser respetuosos con los demás. Solían burlarse de sus compañeros, riéndose de sus ideas o de cómo jugaban en el patio.

- ¡Mirá a Tomás! ¡Siempre juega con su muñeco! - decía Angelito con una sonrisa burlona.

- Sí, es un tonto, nadie quiere jugar con él - respondía Melinda, riéndose a carcajadas.

Sin embargo, justo en ese momento, sus padres estaban en una reunión con el director de la escuela. Hablaban sobre la importancia de la educación y cómo los valores de respeto y amistad son esenciales para formar buenos ciudadanos.

- Creemos que nuestros hijos deben aprender la importancia de ser amables - decía la mamá de Melinda.

- Así es, el respeto y la empatía son clave para su futuro - concordaba el papá de Angelito.

Mientras los adultos conversaban, Melinda y Angelito no se daban cuenta de lo que podía pasar si continuaban con su comportamiento. En la escuela, la profesora Lila decidió hacerlo evidente.

- Chicos, hoy vamos a hacer un ejercicio - anunció la profesora. - Quiero que cada uno escriba en un papel algo bonito sobre un compañero. Luego, lo vamos a compartir.

Los niños comenzaron a escribir, y Angelito y Melinda se miraron confundidos.

- ¿Sobre qué vamos a escribir? No hay nada bueno en nadie - susurró Angelito, sin pensar en lo que eso podía causar.

- Pero, vamos a ver qué dicen los demás. Tal vez no sea tan malo - respondió Melinda, algo indecisa.

Cuando llegó el momento de leer los papeles, uno a uno los niños comenzaron a compartir palabras amables. Tomás fue el primero.

- Yo pienso que Melinda es buena en matemáticas. Siempre ayuda a los demás - dijo con una sonrisa.

- ¡Bah, qué suerte tuvo! - murmuró Angelito, refunfuñando.

- Ahora me toca a mí - dijo Melinda. - Angelito es muy divertido, siempre cuenta chistes.

Melinda se sorprendió al darse cuenta de que, a pesar de las burlas, había algo simpático en Angelito. Cuando escucharon las palabras de su compañera, ambos empezaron a pensar.

Después de varias intervenciones positivas, llegó el turno de Tomás. Él estaba nervioso, pero se armó de valor.

- Yo creo que Angelito y Melinda son buenos en deportes, pero a veces lastiman los sentimientos de los demás. Espero que puedan ser más amables. - dijo él, y la clase quedó en silencio.

Angelito y Melinda sintieron que el rostro se les sonrojaba por la vergüenza. Nunca se habían detenido a pensar en cómo sus palabras afectaban a Tomás y a los demás. La profesora Lila miró a los dos, y sin juzgarlos, les ofreció una oportunidad.

- Chicos, el ejercicio verdadero es aprender a ser respetuosos y a valorar la amistad. Quiero que piensen en cómo pueden cambiar su actitud y hacer que todos se sientan incluidos - les dijo.

Angelito se dio cuenta de que había más alegría en compartir en vez de burlarse. Melinda, por su parte, sintió que era mejor hacer amigos que enemigos.

Días después, los padres de Angelito y Melinda notaron un cambio en ellos.

- ¿Por qué hoy hiciste un dibujito para Tomás? - preguntó la mamá de Melinda.

- Porque ya no quiero hacerle daño. Ahora entiendo que a todos les gusta sentirse bien. - respondió Melinda.

Angelito asintió, sintiéndose un poco más ligero por esa resolución.

- Chicos, esto es un gran paso adelante. Estamos orgullosos de ustedes - dijo el papá de Angelito, mientras su mamá sonreía con ternura.

Así, tanto Angelito como Melinda comenzaron a ser más amables. Comenzaron a invitar a Tomás a jugar y a cuidar sus palabras. Pronto, el grupo se expandió y todos disfrutaron juntos, sin burla, sin dolor.

Aprendieron que el respeto y la amabilidad son recursos que se multiplican. Y que al hacer felices a los demás, encuentran también su propia felicidad.

Cada día era una nueva oportunidad para ser mejores, para hacer amigos y valorar lo que tienen. Así, Angelito y Melinda fueron notando que el verdadero trabajo que valoran sus padres no es el de los buenos resultados en la escuela, sino el de formar un bello corazón.

Y desde aquel día, Angelito, Melinda y Tomás se volvieron los mejores amigos del mundo, siempre recordando lo importante que son las palabras.

Fin.

FIN.

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