El Valor de las Palabras
Era un soleado día en la escuela primaria San Martín, donde la profesora Piedad, con su largo y liso cabello negro, comenzaba otra jornada con sus estudiantes del grado 4.3. Piedad era conocida por su amabilidad y su trato cariñoso hacia los niños. Siempre se aseguraba de que cada uno de ellos se sintiera especial y bienvenido en su aula.
Entre sus alumnos estaba Tomás, un niño muy inteligente, pero algo tímido. Tomás siempre tenía las respuestas correctas y sus ideas eran brillantes, pero cuando se trataba de hablar frente a sus compañeros, solía enrojecer y balbucear. Esto preocupaba a Piedad, que sabía que el potencial de Tomás merecía ser compartido.
Esa mañana, Piedad decidió que era momento de hacer algo especial. La profesora anunció:
- “¡Hoy vamos a escribir una historia juntos! Quiero que cada uno de ustedes aporte una parte de la trama.
- ¡Yo tengo una idea! ” interrumpió Laura, la niña más extrovertida de la clase.
- “¿Qué si la historia es de un dragón que quiere aprender a volar? ”
- “¡Eso suena genial, Laura! ” respondió Piedad, emocionada.
Así, la clase se llenó de imaginación. La noticia de la historia voladora se esparció rápidamente y todos comenzaban a aportar ideas.
- “El dragón podría vivir en una montaña muy alta”, dijo Nicolás.
- “¡Y tiene un mejor amigo que es un ratón valiente! ” agregó Valentina.
- “Pero el dragón tiene miedo de las alturas”, agregó Tomás en voz baja.
Piedad notó que Tomás se había animado a compartir su idea y sonrió. Era un gran paso para él.
- “Eso es perfecto, Tomás. A veces, todos tenemos miedos, y lo importante es enfrentarlos. ¿Qué pasará entonces en la historia? ” preguntó Piedad, instando a más participación.
A medida que la historia avanzaba, todos los niños se fueron sumando, pero Piedad quería asegurarse de que Tomás se sintiera seguro.
- “¿Te gustaría ser el narrador de la historia, Tomás? ” le preguntó Piedad con cariño.
Tomás miró a sus compañeros, sintiendo que su corazón latía más rápido.
- “Yo… no sé…” bajó la mirada.
- “Recuerden que este espacio es de confianza y creatividad, cualquier cosa que digas será increíble”, intervino Piedad, alentando a Tomás.
Finalmente, después de un momento de silencio, Tomás se armó de valor.
- “Está bien… El dragón tiene que aprender a volar por encima de su miedo, y su amigo el ratón lo ayudaba a prepararse.”
Los niños lo aplaudieron.
- “¡Sigue, Tomás! Queremos saber más.”
Poco a poco, la historia fue tomando forma y al final habían creado una hermosa narrativa sobre el dragón y su viaje para enfrentarse a sus miedos. Al concluir, Piedad dijo:
- “Hoy, todos ustedes me han hecho sentir muy orgullosa. A veces tenemos miedos, como el dragón, pero lo importante es nunca dejar de intentarlo y siempre apoyarnos entre amigos.”
La clase terminó con una sonrisa y un ambiente de aliento.
En los días siguientes, Piedad notó que Tomás se había vuelto más participativo en las clases. Había ganado confianza en sí mismo, y su luz empezó a brillar cada vez más. Un día, mientras Piedad corregía unas tareas, se acercó a ella y dijo:
- “Gracias, Piedad. Por ayudarme a ver que no estaba solo.”
-
Piedad sonrió y respondió:
- “Tomás, cada uno de ustedes tiene algo único que ofrecer. No te olvides que las palabras tienen poder y siempre deben ser compartidas.”
Así, el año escolar avanzó con historias, risas y la certeza de que todos podían enfrentar sus temores con un poco de apoyo. La magia de las palabras había unido a la clase, y Piedad sabía que Tomás había aprendido una valiosa lección: nunca subestimar su propia voz.
Y así, la escuela San Martín se llenaba de valientes dragones soñadores dispuestos a volar.
FIN.