El valor de lo sencillo


Había una vez, en un pequeño pueblo argentino, un niño llamado Juanito. Juanito vivía con su madre en una modesta casita y todos los días salía al bosque a talar madera para ayudar a su familia.

Un día, mientras trabajaba con mucho esfuerzo, el hacha de madera que siempre usaba se le resbaló de las manos y cayó al río. Juanito sintió una gran tristeza porque sin su hacha no podría seguir trabajando.

De repente, apareció un hada muy amable que había visto todo lo ocurrido. El hada le ofreció tres hachas nuevas: una de oro, otra de plata y la tercera era exactamente igual a la que se le había caído al río.

El hada le dijo a Juanito que podía elegir solo una de ellas como recompensa por su valentía y perseverancia. Juanito miró las tres hachas con asombro y pensó detenidamente en cuál debería elegir.

La tentación fue grande, ya que tanto el oro como la plata eran materiales muy valiosos; pero recordó algo muy importante: las otras dos hachas no eran suyas.

"Señora hada -dijo Juanito-, estoy muy agradecido por su generosidad, pero mi corazón me dice que solo puedo aceptar mi antigua hacha de madera". El hada sonrió y comprendió la nobleza del niño. Le entregó el viejo hacha de madera y desapareció en medio del bosque. Con su humilde herramienta en mano, Juanito regresó a casa felizmente.

Pero cuando llegó al pueblo, vio a un carpintero que necesitaba un hacha para trabajar. Sin dudarlo, Juanito se acercó y le ofreció la de oro. "¡Muchas gracias, Juanito! ¡Esta es una herramienta maravillosa!", exclamó el carpintero emocionado.

El niño sonrió y continuó su camino. Más adelante, encontró a otro artesano que precisaba un hacha para sus labores diarias. Esta vez, le regaló la de plata.

"¡Qué generoso eres, Juanito! ¡Con esta herramienta podré hacer maravillas!", dijo el artesano con gratitud. Juanito siguió caminando por el pueblo hasta llegar al mercado. Allí encontró a un hombre rico que estaba buscando una buena herramienta de trabajo.

El niño le ofreció su antigua hacha de madera. "¿Estás seguro de querer venderme este viejo pedazo de madera?", preguntó el hombre sorprendido. Juanito asintió y explicó: "Este hacha me ha ayudado durante mucho tiempo, pero ahora quiero ayudar a mi familia vendiéndola".

El hombre rico entendió la nobleza del gesto y decidió comprarle el hacha por una gran suma de dinero. Con ese dinero, Juanito pudo comprar alimentos para su familia y ropa nueva para él mismo.

Desde aquel día, Juanito aprendió una valiosa lección: no importa cuánto brillo tenga algo o cuán valioso parezca; lo verdaderamente importante es ser honesto con uno mismo y valorar lo que se tiene.

Y así fue como Juanito demostró que la generosidad y la humildad pueden abrir puertas en momentos difíciles. Su historia se convirtió en ejemplo para todos los niños del pueblo, quienes aprendieron a apreciar lo que tenían y a ayudar al prójimo.

Y colorín colorado, esta historia de Juanito ha terminado, pero su enseñanza quedará grabada en el corazón de todos aquellos que la escuchen.

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