El valor de lo simple
Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, una niña llamada Zoe que vivía con su mamá, Ximena.
Zoe era una niña muy feliz y activa, pero tenía un problema: siempre le pedía a su mamá que le comprara Robux para jugar en su juego favorito. "Mamá, ¿me puedes comprar Robux por favor? Es que quiero tener más cosas en mi juego", decía Zoe constantemente.
Ximena intentaba explicarle a su hija que el dinero no crecía en los árboles y que debían ser cuidadosos con sus gastos. Pero Zoe no entendía por qué no podían gastar todo el dinero del mundo en Roblox. Un día, mientras caminaban juntas por el parque, Ximena se dio cuenta de algo.
Había muchos niños jugando felices sin necesidad de tener mucho dinero o juguetes costosos. "Zoe, mira todos estos niños jugando con lo que tienen.
No necesitan gastar mucho dinero para divertirse", dijo Ximena señalando a los niños del parque. Zoe reflexionó sobre esto y decidió probar algo nuevo.
Empezó a jugar juegos simples como saltar la cuerda o esconderse detrás de los árboles con otros niños del parque y descubrió lo divertido que puede ser jugar sin necesidad de gastar tanto dinero. A medida que pasaba el tiempo, Zoe empezó a disfrutar cada vez más de las pequeñas cosas y dejó atrás su obsesión por los Robux.
Incluso empezó a ahorrar parte de la mesada que recibía cada semana para poder comprar regalos especiales para ella o su familia en ocasiones especiales como Navidad o el Día de la Madre.
Ximena estaba muy orgullosa de su hija por haber aprendido una lección tan valiosa sobre el valor del dinero y las cosas simples de la vida. Y juntas, continuaron disfrutando cada día sin tener que preocuparse tanto por gastar en cosas innecesarias.
Desde entonces, Zoe siempre recordaba aquel día en el parque y agradecía a su mamá por enseñarle esa importante lección. Y aunque todavía jugaba Roblox de vez en cuando, había aprendido que no necesitaba mucho para ser feliz.
FIN.