El Valor de los Buenos Gestos



En un pequeño barrio llamado Arcoíris, vivía un chico llamado Mateo. Con su cabellera rizada y su sonrisa siempre brillante, Mateo era conocido por todos sus vecinos. No solo era amigo de los niños de su escuela, sino también de los ancianos que paseaban por el parque. Mateo tenía un don especial para ayudar a los demás y siempre encontraba la manera de hacer sentir bien a quienes lo rodeaban.

Un día, mientras paseaba por la plaza del barrio, vio a la señora Rosa, una anciana que estaba luchando por cargar unas bolsas de compras.

"¡Hola, señora Rosa! ¿Le puedo ayudar con eso?" - le ofreció Mateo con su habitual calidez.

"Oh, querido Mateo, eres un verdadero ángel. ¡Me vendrías de maravilla!" - respondió ella aliviada.

Mateo tomó las bolsas y la acompañó hasta su casa. Durante el camino, charlaron sobre la vida y las historias de su infancia. La señora Rosa le contó sobre las flores que solía plantar en su jardín, mientras Mateo disfrutaba de cada palabra.

Al llegar, la señora Rosa lo invitó a pasar y lo sorprendió con unas galletitas recién horneadas.

"¡Esto es un manjar!" - exclamó Mateo, mientras saboreaba la galleta.

"Son solo una pequeña muestra de mi gratitud. Siempre es lindo ver a un joven tan generoso como vos" - le dijo la señora Rosa.

Mateo sonrió y continuó su camino, pensando en lo hermoso que era ayudar a los demás. Pero no todo era tan simple. Al día siguiente, en la escuela, un nuevo chico entró a la clase. Su nombre era Lucas. Era un poco callado y parecía estar fuera de lugar. Mateo lo notó y decidió acercarse.

"¡Hola! Soy Mateo, ¿te gustaría jugar con nosotros en el recreo?" - le preguntó, con una gran sonrisa.

"Eh... no sé..." - respondió Lucas, dudando.

Mateo, sin rendirse, le dijo:

"No te preocupes, siempre es divertido y todos son muy amables. Seguro que te gustará".

Finalmente, Lucas aceptó la invitación. A medida que pasaban los días, Mateo se esforzó por hacer sentir bien a Lucas. Siempre lo incluía en los juegos y le presentaba a sus compañeros. Sin embargo, algunos chicos comenzaron a burlarse de Lucas por ser diferente. Una tarde, mientras estaban jugando fútbol, Mateo escuchó risas y burlas.

"¡Miren al nuevo! ¿Creen que puede jugar al fútbol con nosotros?" - se rió Juan, uno de los chicos más populares de la clase.

Mateo se detuvo, sintiendo que debía actuar. Se acercó a Juan y le dijo:

"Esa no es una manera de tratar a alguien. Todos merecemos respeto, ¿no crees?" - con una voz firme pero amable.

Juan se quedó sorprendido y, aunque al principio no dijo nada, en sus ojos se podía ver que estaba reflexionando.

Lucas, con un tono temeroso pero decidido, intervino:

"Gracias, Mateo. A veces me siento solo, pero me encantaría jugar y aprender. Nunca había tenido un amigo tan bueno como vos".

Mateo sonrió, regresando a la jugada. Después de ese día, poco a poco, todos se dieron cuenta de lo valioso que era Lucas, no solo como jugador, sino como amigo. La actitud de Mateo inspiró a otros a unirse y defenderlo. En el próximo recreo, Juan se acercó a Lucas y le dijo:

"Oye, ¿quieres unirte a nuestro equipo pizza para el próximo partido?".

Lucas sonrió por primera vez desde que llegó y aceptó con entusiasmo. Esa tarde, caminaron juntos y compartieron risas hasta que cayó la tarde. Mateo sentía una gran satisfacción en su corazón. Había ayudado a Lucas a encontrar su lugar en el grupo.

Pasaron los meses, y el barrio Arcoíris se llenó de sonrisas. A través de pequeños gestos de bondad, Mateo había cambiado la dinámica de su entorno. La despreocupación de la gente había dado paso a un sentido de comunidad, donde todos se apoyaban.

Un día, en la plaza, todos los chicos estaban haciendo un mural sobre la amistad, y, en el centro, Lucas pintó un enorme corazón con la frase: “La amistad es nuestro mayor tesoro”.

Mateo se quedó mirando, sintiéndose orgulloso de lo que había logrado, no solo por sí mismo, sino por haber motivado a otros a ver el valor de los buenos gestos. A veces, un simple acto de amabilidad puede cambiar el mundo, pensó, mientras su corazón rebosaba de alegría al ver a su amigo Lucas sonreír. Es así como Mateo y su espíritu generoso dejaron una huella en el barrio que nunca sería olvidada.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!