El Valor de Lucho
Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires un niño de tres años llamado Lucho. Era un niño que, aunque su tamaño era pequeño, su valentía era grande como un león. Lucho siempre hacía lo posible por cuidar a su familia, que estaba compuesta por su mamá, su papá y su perrito, Toto.
Un día, Lucho empezó a ir a un nuevo jardín, lleno de risas y juegos. Sin embargo, no todo era divertido. En su nueva clase, conoció a unos chicos que no eran muy amables. Los llamaban Los Rebeldes. A pesar de ser más grandes, se creían los dueños del lugar.
Un día mientras jugaba, Lucho fue llevado a un baño distinto por Los Rebeldes. Todo sucedió tan rápido que él no supo qué hacer. Ellos le pusieron cinta adhesiva en la boca y le dijeron muy pegajosos:
"Si le contás a alguien, te quedás sin familia."
Lucho sintió miedo, no quería que su familia sufriera.
Los días pasaron y Lucho seguía soportando lo que los Rebeldes le hacían, siempre pasándolo mal pero sin contar nada a sus padres. Se decía a sí mismo:
"Soy valiente, tengo que proteger a mi familia."
Pero cada vez que aguantaba, se sentía más triste y solo. Fue entonces cuando Toto, su perrito, lo miró con cariño y le movió la cola, como si le dijera que no había que tener miedo y que siempre se podía contar con amigos.
Lucho decidió que debía encontrar la forma de solucionar el problema, sin poner en riesgo a su familia. Durante el receso del día siguiente, se acercó con mucha timidez a una niña que siempre jugaba sola, llamada Clara.
"Hola, soy Lucho. ¿Querés jugar conmigo?"
Clara lo miró con curiosidad y respondió:
"Sí, claro. Me encantaría."
Así, Lucho y Clara comenzaron a jugar juntos y fueron despertando el interés de otros chicos de la clase. Lucho se sentía más seguro.
Los Rebeldes, al ver que Lucho ya no estaba solo, intentaron asustarlo otra vez, pero esta vez se atrevió a hablar.
"No me van a asustar. Mis amigos y yo no queremos que hagan eso. Somos fuertes juntos."
Los Rebeldes se sorprendieron y se alejaron, aunque no sin antes advertir a Lucho:
"No te olvides lo que te dijimos, Lucho."
Lucho, con su nuevo grupo de amigos, comenzó a contarles lo que pasaba, y juntos decidieron hablar con la maestra.
La maestra escuchó atentamente y, junto con Lucho, planearon un encuentro.
"Lucho, sos muy valiente por contarme lo que sucede. No estás solo y siempre hay una forma de solucionar las cosas."
En la reunión, Lucho se sintió un poco nervioso, pero se dio cuenta que ya no tenía que cargar solo con el miedo.
"No quiero que me hagan más eso. No tengo que tener miedo porque tengo amigos y maestra."
Los Rebeldes fueron llamados a la reunión también y se dieron cuenta de que sus acciones dañaron a otros. Buscaron disculparse.
"Lo sentimos, Lucho. No queríamos hacerte sentir mal. Lo haremos mejor desde ahora."
Lucho sintió que su valentía había valido la pena, no porque no hubiera tenido miedo, sino porque había encontrado la fuerza en los amigos y en sí mismo para hablar.
Desde entonces, Lucho no solo se volvió más fuerte, sino que aprendió que siempre podía contar con sus amigos y que la valentía no solo era soportar, sino también hablar y pedir ayuda.
Y así, en el barrio de Buenos Aires, Lucho y sus amigos vivieron muchas aventuras, siempre cuidándose unos a otros y aprendiendo el verdadero valor de la amistad y el coraje.
FIN.