El valor de Manuel



Había una vez en la selva del Amazonas, un niño llamado Manuel. Vivía en una pequeña cabaña junto a su abuelita, Doña Rosa.

Manuel era un niño curioso y aventurero que siempre estaba explorando los rincones de la selva en busca de nuevas plantas y animales. Un día, mientras jugaba cerca de un río, Manuel fue picado por una serpiente venenosa. El veneno recorrió rápidamente su cuerpo y cayó desmayado en el suelo.

Doña Rosa lo encontró y lo llevó de vuelta a la cabaña, donde lo acostó en la cama con lágrimas en los ojos. "¡Abuelita, me duele mucho!", murmuró Manuel con voz débil.

Doña Rosa sabía que el veneno de la serpiente era peligroso y que debían actuar rápido. Corrió a buscar hierbas medicinales para intentar salvar a su querido nieto. Mientras tanto, algo extraño comenzó a suceder.

La habitación se llenó de una luz brillante y misteriosa, y de repente apareció otro Manuel frente al Manuel enfermo. Este nuevo Manuel irradiaba alegría y vitalidad. "¿Quién eres tú?", preguntó el Manuel enfermo sorprendido.

"Soy tu parte buena, la fuerza que te ayudará a superar esta prueba", respondió el otro Manuel con una sonrisa reconfortante. Mientras tanto, Doña Rosa regresó con las hierbas medicinales y comenzó a preparar un remedio para contrarrestar el veneno de la serpiente.

El tiempo corría en contra de ellos mientras el Manuel enfermo luchaba por mantenerse consciente. El otro Manuel se acercó al niño postrado en la cama y le susurró palabras de aliento y esperanza.

Juntos comenzaron a recordar todas las aventuras vividas en la selva, los momentos felices compartidos con Doña Rosa y los sueños que tenían para el futuro. Finalmente, llegó el momento crucial. Mientras Doña Rosa administraba el remedio preparado con tanto esfuerzo, ambos Manueles se miraron fijamente sabiendo que solo uno de ellos seguiría adelante.

El cuerpo del Manuel enfermo reaccionó lentamente al tratamiento mientras su otra mitad lo sostenía con amor incondicional. Poco a poco, los síntomas del veneno empezaron a desaparecer hasta que finalmente abrió los ojos completamente recuperado.

Doña Rosa no podía creer lo que veía: su querido nieto estaba sano y salvo gracias al poder del amor propio y la determinación interna representada por esa dualidad misteriosa pero reconfortante.

Desde ese día, Manuel entendió que dentro de él habitaban dos fuerzas opuestas pero complementarias: la vulnerabilidad ante las adversidades representada por su parte débil; y la fortaleza interior capaz de superar cualquier desafío personificada por su parte fuerte.

Juntos formaban un equipo imbatible listo para enfrentarse a cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino hacia nuevas aventuras en la selva del Amazonas.

FIN.

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