El Valor de Martín
Había una vez un hombre llamado Martín que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Desde muy pequeño, Martín escuchó historias sobre un Dios malo llamado Murcus, que tenía la intención de destruir el mundo. Cada noche, antes de dormir, su abuela le contaba historias de héroes valientes que se habían enfrentado a Murcus y habían logrado salvar al mundo. Estas historias inspiraron a Martín y decidieron que él también sería un héroe.
Con mucha determinación, Martín dedicó su vida al entrenamiento. Cada día se levantaba al amanecer para correr, saltar y fortalecer su cuerpo. También leía libros sobre estrategias y técnicas de combate. Su sueño era ser suficientemente fuerte para enfrentarse a Murcus y proteger a su pueblo de su maldad.
Un día, mientras entrenaba en el bosque, se encontró con un anciano que parecía saber muchas cosas.
"¿Qué haces, joven?", preguntó el anciano.
"Entreno para enfrentar a Murcus, el Dios malo. Quiero salvar al mundo", respondió Martín con confianza.
"Estás muy decidido", dijo el anciano. "Pero recuerda, la fuerza no lo es todo. A veces, es necesario usar la cabeza y el corazón también".
Martín se quedó pensando en las palabras del anciano. Esto lo llevó a entender que, además de ser fuerte, también debía ser astuto y compasivo. Comenzó a practicar no solo su fuerza física, sino también a resolver acertijos y ayudar a la gente del pueblo.
Los años pasaron y, finalmente, llegó el día en que Martín sintió que estaba listo para enfrentar a Murcus. Se preparó y emprendió su viaje hacia la montaña donde se decía que habitaba el Dios malo. En el camino, se encontró con mucha gente a la que había ayudado y que ahora lo saludaba con cariño.
Al llegar a la cima de la montaña, Martín se enfrentó a Murcus. El cielo se oscureció y un fuerte viento sopló.
"¿Quién se atreve a desafiarme?", rugió Murcus, con una voz que resonó por todos lados.
"Soy Martín, y vengo a detener tus planes de destrucción", afirmó valientemente.
"¿Y qué piensas hacer, pequeño humano?", se burló Murcus.
En ese momento, Martín recordó las palabras del anciano. En lugar de pelear con fuerza, decidió usar su astucia.
—"Murcus" , dijo Martín, "si me ganas en un acertijo, podrás hacer lo que quieras con este mundo. Pero si yo gano, tendrás que prometer no destruirlo".
"¡Acepto el reto!", respondió Murcus, divertido ante la idea.
El primer acertijo fue complicado, pero Martín pensó en cómo había resuelto problemas en el pueblo y logró responder correctamente. Murcus frunció el ceño, sorprendido. Luego, Murcus planteó un acertijo aún más difícil, pero Martín, manteniendo la calma, reflexionó y lo resolvió.
Finalmente, Murcus, furioso pero intrigado por la valentía de Martín, lanzó un último acertijo. Martín cerró los ojos y recordó la generosidad de su gente, la belleza de su hogar y el poder del amor y la empatía. Al abrir los ojos, respondió con certeza y, para sorpresa de todos, ¡también fue correcto!"No puede ser...", murmuró Murcus en voz baja.
"Prometes no destruir el mundo, o tendrás que enfrentarte a la generosidad de todos los que han sido ayudados en este pueblo!", declaró Martín con firmeza.
Ante la mención de la bondad que lo rodeaba, Murcus se sintió más pequeño. Se dio cuenta de que la verdadera fuerza del mundo no estaba en su poder, sino en la unidad, el amor y la compasión de las personas.
"Te prometo, Martín, no destruiré el mundo", dijo Murcus, rendido.
Martín regresó a su pueblo, aclamado como un héroe, no solo por su valentía, sino también por su ingenio y su gran corazón. Desde ese día, la gente del pueblo siempre recordaría que no todos los problemas se resuelven con fuerza; en ocasiones, la solución está en la bondad y en ser inteligente. Y así fue como Martín enseñó a todos a enfrentar sus miedos con valor, astucia y amor. Nunca olvidaron que cada uno de ellos, por pequeño que fuera, podía marcar la diferencia en el mundo.
FIN.