El valor de Mateo en la escuela Xicalla



En un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, se encontraba la escuela infantil Xicalla, un lugar mágico donde los niños y niñas aprendían, jugaban y crecían felices.

La directora de la escuela era la señorita Clara, una mujer amorosa y dedicada a su trabajo. Un día llegó a Xicalla un niño llamado Mateo. Era tímido y reservado, le costaba hacer amigos y participar en las actividades de la escuela.

Los demás niños notaron que Mateo estaba solo en el rincón del patio durante el recreo, mirando tristemente cómo los demás jugaban juntos. "Hola Mateo, ¿te gustaría jugar con nosotros al escondite?" -le preguntó Valentina, una niña con coletas rosadas. Mateo asintió tímidamente y se unió al juego.

Poco a poco fue sintiéndose más cómodo y empezó a disfrutar junto a sus nuevos amigos. La señorita Clara observaba orgullosa cómo los niños se apoyaban unos a otros y formaban un lindo grupo.

Una tarde, mientras estaban en clase de arte, la señorita Clara propuso hacer una exposición con las obras de arte de los niños para que sus familias pudieran verlas. Todos estaban emocionados con la idea, menos Mateo.

"No puedo hacerlo", dijo Mateo bajando la cabeza. "Mis dibujos no son tan buenos como los de ustedes. "Los demás niños rodearon a Mateo para consolarlo. "¡Claro que sí! Tú también eres muy talentoso", exclamó Valentina. Con el apoyo de sus amigos, Mateo decidió intentarlo.

Pasaron días pintando y creando juntos hasta que llegó el día de la exposición. Las familias admiraron cada obra de arte con asombro y alegría.

Cuando llegó el turno de presentar los dibujos de Mateo, todos contuvieron la respiración. Para sorpresa de todos, las pinturas de Mateo eran increíbles: colores brillantes plasmados en paisajes imaginarios llenos de magia y fantasía. "¡Son maravillosos!", exclamaron todos emocionados. Mateo sonrió radiante por primera vez desde su llegada a Xicalla.

"Gracias por creer en mí", dijo emocionado. Desde ese día, Mateo se convirtió en uno más del grupo inseparable de amigos que había encontrado en Xicalla. Jugaron juntos, aprendieron juntos y crecieron juntos compartiendo momentos inolvidables.

Y así fue como en la escuela infantil Xicalla todos aprendieron una gran lección: que con amor, apoyo mutuo y confianza en uno mismo todo es posible.

FIN.

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