El Valor de Moderación



Había una vez un chico llamado Tomás que iba todos los días a la escuela. Aunque siempre llegaba con una sonrisa, en el fondo sentía un nudo en el estómago. En cada recreo, un grupo de chicos, liderados por un niño llamado Lucas, lo molestaban sin piedad. Le decían apodos, le hacían bromas pesadas y a veces ni siquiera lo dejaban jugar en paz.

Un día, tras soportar muchas burlas, Tomás decidió que ya era suficiente. Reunió el valor y fue a hablar con su maestra, la Señora Clara.

"Señora Clara, quiero hablar con usted. Los chicos me molestan mucho en el recreo. No sé qué hacer" - dijo Tomás, con la voz temblorosa.

La maestra, preocupada, decidió tomar cartas en el asunto. Llamó a todos los chicos que molestaban a Tomás a su aula. Después de una charla seria, los chicos se disculparon.

"Lo siento, Tomás. No quise hacerte sentir mal" - dijo Lucas, con tono arrepentido.

Pero la disculpa duró poco, porque al día siguiente, la historia se repitió. Tomás se sintió más triste que nunca y pensó en cómo resolver esto de una vez por todas. Durante días, en vez de rendirse, comenzó a buscar información sobre cómo enfrentar el bullying. Leía libros y buscaba consejos en internet. Finalmente, se dio cuenta que una venganza no era el camino correcto.

En el próximo recreo, Tomás se armó de valor y les dijo a sus compañeros:

"No necesito aunque no me dejen jugar, puedo hacer algo diferente".

Entonces, en vez de pelear o buscar venganza, decidió organizar un juego de fútbol. Se acercó a otros compañeros que no formaban parte del grupo de los bullies.

"¿Quieren jugar una partida con nosotros?" - preguntó.

Los otros chicos, que también tenían un poco de miedo de acercarse al grupo de Lucas, aceptaron la invitación. Así, al poco tiempo, Tomás logró crear un equipo. Lucas y los demás no pudieron resistir la diversión. No solo quedaron excluidos, sino que se dieron cuenta de que se habían quedado fuera de algo divertido.

La alegría de Tomás y su nuevo grupo no pasó desapercibida. A medida que pasaban los días, Lucas vio lo bien que se lo estaban pasando todos, y poco a poco, comenzó a acercarse.

"Tomás, ¿me dejás jugar también?" - preguntó, con el rostro un poco sonrojado.

Tomás lo miró y, recordando que él también había estado en una situación difícil, respondió:

"Claro, Lucas. Todos podemos jugar. Solo necesitamos respeto".

Con el tiempo, Lucas y su grupo se unieron al juego y aprendieron a compartir la diversión. La violencia y las burlas desaparecieron y, en su lugar, se formó una amistad entre todos.

La señora Clara, al ver cómo había cambiado el ambiente en la escuela, los reunió nuevamente.

"Estoy muy orgullosa de ustedes, chicos. Han aprendido que la amistad y el respeto son la clave para ser felices juntos. No necesitamos recurrir a la agresión." - dijo con una sonrisa.

Tomás se sintió victorioso, no porque se hubiera vengado, sino porque había encontrado una solución pacífica y divertida a su problema. Con el tiempo, no solo se hizo amigo de Lucas, sino también de muchos otros chicos de la escuela. Y así, en un rincón del aula, se escuchaba la risa de un grupo de amigos, donde antes había solo burlas y malestar.

Moraleja: El respeto, la colaboración y la creatividad pueden siempre transformar los conflictos en oportunidades de amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!