El valor de pedir perdón



Había una vez un niño llamado Tomás, quien era muy travieso y a veces decía palabras que podían herir los sentimientos de sus compañeros en la escuela.

A pesar de que su mamá siempre le recordaba la importancia de ser respetuoso con los demás, a veces se le olvidaba. Un día, durante el recreo, Tomás estaba jugando al fútbol con sus amigos cuando cometió una falta grave y uno de sus compañeros se lastimó.

En lugar de disculparse, Tomás solo se rió y siguió jugando como si nada hubiera pasado. El niño lastimado se puso triste y se fue corriendo al salón.

La señorita Laura, la maestra más querida del colegio, lo vio llorando y fue a consolarlo. Después de escuchar lo sucedido, llamó a Tomás para hablar con él. "Tomás, es importante ser cuidadosos cuando jugamos para no lastimar a nuestros amigos.

Además, debes aprender a pedir disculpas cuando cometes un error", dijo la señorita Laura seriamente. Tomás bajó la mirada avergonzado y balbuceó un "perdón" sin convicción. La señorita Laura notó la falta de sinceridad en las disculpas de Tomás y decidió darle una lección.

Le pidió que pasara al frente del salón y le propuso un ejercicio: escribir en el pizarrón cinco razones por las cuales era importante ser respetuoso con los demás. Tomás comenzó a escribir tímidamente mientras reflexionaba sobre sus acciones.

Recordó todas las veces que había sido grosero o irrespetuoso sin darse cuenta del daño que causaba. "Muy bien, ahora quiero que pienses en cómo te sentirías si fueras tú el lastimado", dijo la señorita Laura con dulzura.

Tomás cerró los ojos e imaginó estar en el lugar de su amigo herido. Sintió tristeza y arrepentimiento por su comportamiento egoísta. "Lo siento mucho", murmuró Tomás con sinceridad esta vez. La señorita Laura sonrió complacida al ver la verdadera preocupación en los ojos de Tomás.

Le explicó que pedir disculpas no solo servía para reparar un error, sino también para demostrar empatía hacia los demás y fortalecer las amistades.

Desde ese día, Tomás aprendió a pensar antes de hablar y a ser más consciente de sus acciones. Se esforzaba por ser amable con todos en la escuela y siempre estaba dispuesto a pedir disculpas si lastimaba a alguien sin intención.

Con el tiempo, Tomás se convirtió en uno de los niños más queridos del colegio gracias a su actitud respetuosa y empática. Aprendió que cuidar sus palabras era tan importante como cuidar sus acciones, y que pedir disculpas no solo era un gesto valiente, sino también una oportunidad para crecer como persona.

Y así, entre risas compartidas y abrazos sinceros, Tomás descubrió el verdadero valor del respeto y la amistad en la escuela.

FIN.

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