El Valor de Ser Diferente
En un pequeño pueblo de Argentina, vivía una niña llamada Naira. Tenía una hermosa melena trenzada y ojos brillantes que reflejaban su alma. Naira era parte de una comunidad indígena y hablaba su lengua materna, el mapudungun, en su casa. A pesar de su fuerza y alegría, a menudo se sentía sola en la escuela. Sus compañeros la miraban diferente y, a veces, la excluían en juegos y actividades.
Un día, mientras todos jugaban a la pelota en el recreo, Naira se acercó a un grupo que se encontraba formando equipos.
- “¿Puedo jugar con ustedes? ” - les preguntó con una sonrisa.
- “No, mejor no. No entendés como jugamos” - contestó Bruno, un niño que la miraba con desprecio.
Naira sintió que su corazón se hundía un poco. ¿Acaso por hablar una lengua diferente no podía ser parte del juego?
Días luego, la maestra Ana decidió organizar un día cultural en la escuela, donde los alumnos podían compartir algo de sus raíces. Naira vio esto como una oportunidad. Se preparó para contar la historia de su pueblo y mostrar sus tradiciones con orgullo.
Llegó el día del evento y cada uno de los alumnos compartía algo especial. Al momento de Naira, se puso nerviosa.
- “Voy a compartir una leyenda de mi pueblo” - anunció, y todos la miraban curiosos.
Comenzó a contar la historia de la montaña más grande que, según su cultura, era hogar de espíritus que cuidaban la naturaleza. Con cada palabra, Naira se sentía más segura. Cuando finalizó, la escuela estalló en aplausos, pero notó que algunos compañeros seguían riéndose.
Ese día, se acercó a la maestra Ana y le dijo:
- “No entiendo, maestra. ¿Por qué se ríen? ”
- “Es triste, Naira. A veces, las personas tienen miedo de lo que no conocen. Pero no dudes, siempre que hables desde el corazón, hay otros que te escucharán.”
Con el paso de los días, Naira decidió seguir hablando en su lengua en casa y también compartirlo con sus compañeros. Formó un pequeño grupo con Renata, una compañera que sentía curiosidad por aprender.
- “¿Me enseñarías algunas palabras en mapudungun? ” - le preguntó un día Renata.
- “Claro, así podemos jugar juntas” - respondió entusiasmada Naira.
Y así comenzó su pequeña revolución. Otras niñas quisieron unirse, y en poco tiempo, el grupo creció. Empezaron a hacer carteles sobre tradiciones indígenas y a invitar a otros chicos a aprender sobre sus costumbres. El arranque fue un poco difícil, pero con el tiempo, los demás alumnos comenzaron a interesarse.
Finalmente, en un nuevo evento cultural, no solo Naira se presentó. Hicieron una presentación en la que algunos compañeros aprendieron y presentaron en mapudungun. Cuando terminó, Naira, mirando al público, vio que todos aplaudían.
- “¡Lo hicieron muy bien! ” - gritó Bruno, con una gran sonrisa.
- “Naira, quiero saber más de tu cultura,” - admitió otra compañera.
Naira se sintió feliz, por fin sus compañeros comenzaron a entender y a respetar la diversidad. Al final del año, la maestra Ana preparó una exposición con las tradiciones de cada cultura representada en la clase.
Y en su presentación final, Naira dijo:
- “Ser diferente es especial. Todos tenemos algo lindo que contar.”
Todos aprendieron una importante lección, y Naira se sintió más fuerte que nunca.
Reflexión: A veces, lo que no conocemos nos asusta, pero con respeto y curiosidad se pueden construir puentes que nos unan. La diversidad es lo que hace que el mundo sea hermoso. Todos merecemos ser escuchados y valorados por lo que somos, porque en la diversidad reside la verdadera riqueza de la humanidad.
FIN.