El Valor de Ser Diferente
En un pequeño pueblito del gran Chaco en Bolivia, vivía un niño llamado Tumpa. Tumpa era un niño guaraní que amaba su cultura y estaba orgulloso de ser quien era. Cada mañana, se ponía su poncho colorido, que era un regalo de su abuela.
Sin embargo, en la escuelita, algunos compañeros no lo veían con buenos ojos.
"¡Mirá al indígena!" - se reían entre dientes.
"¿Por qué usás eso?" - le gritaban.
Tumpa se sentía triste, pero siempre recordaba lo que su abuela le había dicho: "Eres fuerte y valioso, Tumpita. Nunca olvides eso".
Un día, la maestra, la señora Elena, decidió que era hora de abordar el tema del respeto y la diversidad.
"Niños, hoy hablaremos sobre nuestras diferencias y lo que nos hace únicos" - anunció la señora Elena, mirando a su clase que estaba llena de risas y murmuros.
Tumpa sintió un pequeño rayo de esperanza. La maestra les pidió que compartieran algo especial sobre sus familias. Tumpa levantó la mano con valentía.
"Mi abuela es guaraní y me enseña a bailar y a contar historias en nuestra lengua" - dijo Tumpa con una voz temblorosa, pero firme.
"¿Y por qué hablas así?" - preguntó uno de los compañeros burlonamente.
"Porque es mi lengua y me hace sentir en casa" - respondió Tumpa.
Al ver la valentía de Tumpa, otros niños comenzaron a compartir también sus raíces.
"Mi abuela es italiana y me enseña a cocinar pasta" - dijo Luca, un niño brunete.
"Yo tengo raíces afrobolivianas y bailo con mi familia" - comentó Selma, que era una de las compañeras.
La señora Elena sonrió y dijo: "Ves, todos tenemos algo especial que aportar. La diversidad nos enriquece".
Ese día, la clase decidió hacer una celebración multicultural. Tumpa fue el encargado de enseñar a sus compañeros algunas danzas guaraníes.
Cuando llegó el gran día de la celebración, Tumpa estaba nervioso. Pero, cuando comenzó a bailar, las burlas se convirtieron en aplausos.
"¡Vamos Tumpa, seguí!" - gritaron sus compañeros, y una de las niñas, Camila, se unió a él, imitando los pasos.
Al final, la celebración resultó ser un gran éxito. Todos aprendieron a valorar lo diferente. Esa era la verdadera riqueza de su comunidad.
"Hoy me siento orgulloso de ser guaraní" - dijo Tumpa, mientras sus compañeros lo rodeaban.
"¡Y yo de ser argentino! ¡Y yo de ser italiano!" - gritaron otros.
Desde aquel día, el bullying se convirtió en inclusión y amistad. Tumpa ya no se sentía solo, tenía a sus compañeros y una nueva familia en la escuelita.
Y así, Tumpa descubrió que ser diferente es lo que realmente nos une, y que el amor y el respeto por los demás son más poderosos que cualquier burla.
Fin.
FIN.