El Valor de ser Única



Había una vez en un hermoso jardín, una pequeña oruga que no tenía nombre. Todos los días se dedicaba a comer hojas y explorar el mundo a su alrededor.

Pero siempre sentía que le faltaba algo, algo especial que la hiciera única. Un día, mientras la oruga estaba comiendo tranquilamente una hoja, escuchó voces emocionadas cerca de ella. Eran los alumnos de tercer grado de la escuela del jardín, quienes habían decidido ayudar a encontrarle un nombre.

La maestra, la señorita Laura, explicó a sus alumnos lo importante que era para la oruga tener un nombre propio. "Un nombre nos hace sentir especiales y únicos", les dijo.

"Así como nosotros tenemos nombres, esta pequeña oruga también necesita uno". Los niños estaban emocionados con el desafío y comenzaron a pensar en nombres para su amiga peluda. Cada uno sugería ideas y argumentaba por qué deberían elegir ese nombre en particular.

- ¿Qué tal si le ponemos Mariposa? - sugirió Sofía. - ¡Eso es perfecto! Cuando salga de su crisálida será hermosa como una mariposa - exclamó Juan.

Pero otros niños tenían diferentes ideas:- Yo creo que deberíamos llamarla Arcoíris porque las mariposas tienen colores brillantes - comentó Lucía. - ¡Sí! ¡Y cuando vuele por el jardín parecerá un arcoíris volando! - agregó Tomás. El debate continuó durante varios días más.

Los niños discutieron nombres como Luna, Estrella, Pompón e incluso Pepito (porque les parecía un nombre divertido). Pero ninguno de esos nombres encajaba perfectamente con la personalidad de la oruga. Un día, mientras los niños seguían pensando, ocurrió algo inesperado. La oruga se metió en su crisálida y comenzó a transformarse.

Todos quedaron maravillados con el proceso y esperaban ansiosos por ver qué tipo de mariposa emergería. Finalmente, después de unas semanas, la crisálida se abrió y una hermosa mariposa salió volando.

Tenía alas vibrantes con colores brillantes como el arcoíris y una forma elegante que recordaba a una estrella. - ¡Es perfecta! - exclamó Sofía emocionada. - ¡Es como si todos nuestros nombres se hubieran unido para crear uno nuevo! - dijo Lucía sorprendida.

Los niños comprendieron que no necesitaban elegir solo un nombre, sino que podían combinar todas las ideas para crear uno especial. Así que decidieron llamarla —"Mariluz" , porque era una combinación de Mariposa (por su belleza) y Arcoíris (por sus colores).

Mariluz voló felizmente por el jardín mientras los niños la observaban con alegría. Habían aprendido que trabajar juntos podía llevar a resultados asombrosos.

Y cada vez que veían a Mariluz revoloteando entre las flores, recordaban lo importante que es encontrar nuestra propia identidad y valorarnos tal como somos: únicos y especiales. Desde aquel día, Mariluz se convirtió en la mascota del tercer grado y siempre recordaron cómo encontraron su nombre gracias al poder del trabajo en equipo.

Y así, la pequeña oruga sin nombre se convirtió en una hermosa mariposa con un nombre único y especial.

FIN.

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