El valor de ser único



Había una vez en un hermoso bosque, una tortuga llamada Clarita. Ella era diferente a las demás tortugas, ya que su caparazón tenía colores vivos y brillantes.

Mientras todas las otras tortugas tenían caparazones verdes y marrones, el de Clarita estaba lleno de tonos rosados, azules y amarillos. Pero desafortunadamente, esto hacía que las demás tortugas se burlaran de ella y la discriminaran. La llamaban "la rara" y no querían jugar con ella.

Un día, mientras caminaba triste por el bosque, Clarita se encontró con un camaleón sabio llamado Carmelo. Carmelo también era diferente a los demás animales del bosque porque podía cambiar de color según su entorno.

Clarita le contó a Carmelo sobre cómo la discriminaban por ser diferente. Carmelo sonrió amablemente y dijo: "Querida Clarita, ser diferente es algo maravilloso. Tu caparazón único te hace especial". Clarita no entendía cómo ser diferente podía ser algo bueno.

Pero Carmelo continuó explicándole: "Imagina si todos fuéramos iguales... ¡Qué aburrido sería! Las diferencias nos hacen únicos y nos permiten aprender unos de otros".

Intrigada por las palabras del sabio camaleón, Clarita decidió seguir su consejo y comenzó a apreciar sus diferencias en lugar de sentirse avergonzada por ellas. A medida que pasaba el tiempo, Clarita empezó a mostrarle al resto del bosque lo increíble que era ser diferente.

Comenzó a organizar juegos divertidos donde todos los animales podían participar sin importar cómo se vieran o qué tan diferentes fueran. Poco a poco, las demás tortugas comenzaron a darse cuenta de que la diversidad era algo hermoso y especial. Dejaron de discriminar a Clarita y empezaron a aceptarla tal como era.

Un día, cuando Carmelo vio lo feliz que estaba Clarita rodeada de amigos, se acercó a ella y le dijo: "Clarita, has demostrado al bosque entero que nuestras diferencias no nos hacen menos valiosos.

Eres una tortuga increíblemente fuerte y sabia". Clarita sonrió con gratitud hacia Carmelo y le dijo: "Gracias por enseñarme a amar mis diferencias. Ahora sé que ser diferente es lo que me hace especial".

Desde ese día en adelante, Clarita vivió feliz en el bosque rodeada de amigos que valoraban su singularidad. Y cada vez que alguien nuevo llegaba al bosque siendo diferente, ella estaba allí para recordarles cuán maravilloso era ser uno mismo.

Y así, gracias al camaleón sabio llamado Carmelo, el bosque aprendió una gran lección sobre la importancia de apreciar las diferencias y aceptarse mutuamente tal como eran.

FIN.

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