El valor de ser uno mismo



En lo profundo de la exuberante jungla vivía una mona llamada Manuela. Aunque Manuela era una mona muy talentosa y astuta, a menudo se sentía insatisfecha con su vida.

Observaba a las coloridas y elegantes guacamayas que revoloteaban por la selva y soñaba con ser como ellas. Un día, decidió que quería ser diferente, quería ser una guacamaya. Con mucha creatividad, Manuela se colgó flores y hojas para disfrazarse de guacamaya y se unió a una bandada de estas aves.

"¡Hola, amigos guacamayas! ¡Miren lo hermosa que soy!" -exclamó Manuela emocionada. Las guacamayas, sorprendidas, la miraron con desconcierto.

Una de las guacamayas, llamada Lila, se acercó a Manuela con curiosidad y le preguntó: "¿Por qué estás vestida como nosotras, monita?" Manuela explicó que quería ser diferente, que quería ser más bonita y elegante. Las guacamayas comprendieron que Manuela estaba luchando con su autoestima, así que decidieron ayudarla.

Lila y sus amigas guacamayas le enseñaron a Manuela lo maravilloso que era ser una mona y que todos en la jungla la querían tal como era. Mientras tanto, un grupo de gorilas observaba la escena desde la distancia.

El líder de los gorilas, Gorilón, se acercó a Manuela y le dijo: "¡No necesitas ser una guacamaya para ser especial, monita! Todos en la jungla te queremos como eres, y siempre te apoyaremos." Manuela se emocionó al escuchar estas palabras. Finalmente, comprendió que no necesitaba ser otra cosa para ser valiosa.

Agradeció a las guacamayas por su amabilidad y aceptación, y a los gorilas por su apoyo. Decidió quitarse el disfraz y abrazar su identidad como mona. A partir de ese día, Manuela se sentía mucho más feliz y segura de sí misma.

Aprendió que la verdadera belleza radica en la aceptación y el amor propio. Manuela se convirtió en una líder entre los animales de la jungla, inspirando a otros a ser auténticos y a apreciar su singularidad.

Y así, Manuela vivió muchos momentos felices en la jungla, siendo amada y valorada por todos. La lección que aprendió Manuela fue que, aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y eso es lo más valioso de todo.

FIN.

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