El Valor de Ser Uno Mismo



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una chica llamada Aleja. Era una joven llena de sueños y anhelos, pero había algo que la inquietaba: sentía una gran ansiedad cada vez que pensaba en sus relaciones y en cómo los demás la percibían. A su lado estaba Sebas, su novio, que siempre intentaba apoyarla, pero a veces no sabía cómo.

Un día, mientras paseaban por el parque, Aleja vio a sus amigas Gabriela y Sofía jugando. En ese momento, sus pensamientos comenzaron a retumbar en su cabeza.

"¿Y si no les gusto? ¿Y si se ríen de mí?" - murmuró Aleja.

"Aleja, no seas así, somos tus amigas. A nosotros no nos importa cómo te veas, solo queremos verte feliz" - le dijo Gabriela.

"Sí, es cierto. Todos tenemos cosas que nos preocupan, pero eso no tiene que detenernos" - agregó Sofía, animándola.

Sin embargo, su madre, Patricia, no entendía por qué su hija se sentía así. Patricia pensaba que Aleja debía ser más fuerte y no dejarse llevar por sus miedos.

"Aleja, tenés que aprender a enfrentarte a las situaciones y no dejar que te ganen los nervios" - le dijo con seriedad su madre.

"Pero, mamá, no es tan fácil..." - respondió Aleja con la voz entrecortada.

Un fin de semana, Aleja decidió que necesitaba un cambio. Se había inscrito en un taller de arte, algo que siempre había querido hacer. Los nervios la invadían, pero sabía que debía intentarlo. En su primer día, se encontró con una joven llamada Lila que también parecía un poco insegura.

"Hola, soy Lila. ¿Es tu primera vez aquí?" - preguntó con una sonrisa.

"Sí, soy Aleja. Estoy un poco nerviosa..." - respondió Aleja.

Lila le sonrió, y juntas comenzaron a hablar de lo que les gustaba hacer. Al final del taller, Aleja se sintió feliz, algo que no había sentido en mucho tiempo.

Cuando llegó a casa, su madre la estaba esperando.

"¿Cómo te fue?" - preguntó Patricia.

"Fue genial, aprendí muchas cosas y conocí a una chica muy buena, Lila" - respondió alegremente Aleja.

"Mirá que eso es solo un pasatiempo, ¿no?" - insistió Patricia.

"No mamá, esto me hace sentir viva. Quiero seguir y mejorar cada día" - le explicó Aleja, decidida.

Con el tiempo, Aleja empezó a sentirse más segura de sí misma. Sus amigas Gabriela y Sofía la apoyaban en cada paso y Sebas también comenzó a entender sus luchas.

"Aleja, creo que lo que haces es hermoso. Estás encontrando lo que te gusta y eso es lo más importante" - le dijo Sebas un día mientras caminaban por el parque.

"Gracias, Sebas. Tu apoyo significa mucho para mí" - le respondió ella sinceramente.

Finalmente, Aleja se dio cuenta de que la verdadera fortaleza no era no sentir miedo, sino enfrentarlo. Y aunque las opiniones de los demás a veces la afectaban, ella aprendió que lo más importante era ser fiel a sí misma, rodearse de quienes la querían y apoyarla.

Ya no le importaba si a veces se sentía ansiosa. Ahora sabía que tenía un grupo maravilloso que la acompañaba en su camino y, sobre todo, que cada día podía ser un nuevo comienzo.

Entonces, al mirar al horizonte, Aleja sonrió y se sintió lista para enfrentar cualquier desafío, porque finalmente comprendió el valor de ser uno mismo.

FIN.

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