El valor de ser uno mismo
Había una vez en la tranquila pradera de Argentina, una ovejita llamada Lola. Lola era muy querida por todos los animales porque siempre estaba dispuesta a ayudar y compartir con ellos.
Sin embargo, a pesar de su bondad, Lola tenía un problema: sentía mucha envidia de las demás ovejas. Lola se pasaba el día mirando a las otras ovejas y comparándose con ellas. Si alguna tenía un abrigo más suave, ella deseaba tenerlo también.
Si otra tenía cuernos más largos, ella se ponía triste por no tenerlos. Y así sucedía con todo lo que veía. Un día, mientras paseaba por el campo, Lola encontró a Lucas, un sabio búho que vivía en el bosque cercano.
Ella le contó sobre su problema de envidia y cómo eso la hacía sentir infeliz. Lucas escuchó atentamente y luego le dijo: "Lola, la felicidad no se encuentra en compararte con los demás ni en desear lo que tienen.
La verdadera felicidad está en aprender a valorarte tal como eres". Lola quedó pensativa ante las palabras del búho sabio y decidió seguir sus consejos.
A partir de ese momento, cada vez que sentía envidia hacia alguna otra oveja, recordaba las palabras de Lucas y buscaba algo positivo sobre sí misma. Un día soleado mientras pastaban juntas cerca del río, llegaron dos visitantes inesperados: una familia de flamencos rosados provenientes del norte.
Las flamencas tenían plumas hermosas y elegantes patas largas. Lola sintió esa vieja sensación de envidia y comenzó a desear tener piernas largas y plumas rosadas como las flamencas.
Pero esta vez, recordando lo que Lucas le había dicho, decidió buscar algo positivo sobre sí misma. Fue entonces cuando Lola se dio cuenta de que ella tenía una lana blanca y suave, capaz de abrigarla durante los fríos inviernos. Además, era muy buena saltando cercas altas para proteger a sus amigos animales.
Lola se acercó a las flamencas y les dijo: "¡Hola! Me encantan sus plumas rosadas, son hermosas". Las flamencas sonrieron y respondieron: "Gracias, Lola. Y tu lana es tan suave y cálida".
Desde ese día en adelante, Lola dejó de compararse con los demás y aprendió a valorar sus propias cualidades. Comenzó a sentirse más feliz consigo misma y eso hizo que los demás también la apreciaran más.
La pradera se llenó de alegría gracias al cambio de actitud de Lola. Los animales aprendieron la importancia de aceptarse tal como eran y valorar lo que tenían en lugar de enfocarse en lo que no tenían.
Y así fue como la oveja envidiosa se convirtió en un ejemplo inspirador para todos los habitantes del campo argentino. Desde entonces, Lola disfrutaba plenamente cada día junto a sus amigos animales sin pensar en lo que no tenía, sino celebrando todo lo maravilloso que era ella misma.
FIN.