El Valor de Ser Uno Mismo



Hola, soy Lucas y tengo seis años. Mi historia empieza en el jardín de infantes, un lugar donde las risas y los juegos llenan el aire. Pero, a veces, hay cosas que no son tan divertidas. Uno de esos días, mientras jugábamos en el patio, vi cómo un grupo de chicos se reía de Tomi, un compañero que siempre había sido un poco diferente. Era un niño muy creativo y tenía una gran imaginación, pero sus ideas a veces eran raras para los demás.

"Mirá, Tomi está dibujando un dragón con alas de mariposa", dijo Juan, uno de los chicos más grandes del grupo, mientras se reía.

"¡Eso no existe!", gritó Ana, contagiando la risa del grupo.

Me sentí incómodo al ver cómo Tomi se encogía en un rincón, tratando de ocultar su dibujo. Me acordé de los días en que me había enseñado a dibujar un monstruo lleno de colores en vez de los típicos que todos hacían.

"¡Pero es un dragón especial!", grité.

Los demás me miraron sorprendidos.

"¿Te parece genial?", preguntó Juan mientras todavía reía.

"Sí, porque eso es lo que lo hace a Tomi único", respondí, tratando de defender a mi amigo.

Me sentía un poco nervioso, pero debía hacer algo. Al ver los ojos de Tomi, llenos de tristeza, decidí que no podía quedarme callado.

Esa tarde, cuando llegué a casa, le conté a mi mamá todo lo que había pasado. Ella me escuchó atentamente y me dijo:

"Lucas, es valiente defender a tus amigos. Siempre recuerda que ser diferente es lo que nos hace especiales. A veces, hay que tener coraje para hacer lo correcto."

Esa noche, decidí que al día siguiente reconfortaría a Tomi. Lo haría sentir más seguro. Al llegar al jardín, lo encontré sentado solo en un banco. Me acerqué y le dije:

"Hola, Tomi. ¡Qué buen dibujo hiciste! Me encantan las alas de mariposa del dragón."

Tomi levantó la vista, sorprendido.

"¿Te gusta de verdad?", preguntó con una sonrisa tímida.

"¡Claro! Es diferente y eso es lo que lo hace especial. ¿Querés que juguemos juntos?", le ofrecí.

Su sonrisa se iluminó y le gustó mi idea. Pasamos el resto del día dibujando nuestros propios personajes, creando historias de dragones y mariposas. Pronto, otros niños comenzaron a acercarse, intrigados por nuestros dibujos.

"¿Podemos jugar también?", preguntó Pablo, otro chico del jardín.

"¡Sí! Todos pueden jugar", respondí entusiasmado.

Así, poco a poco, el grupo se llenó de ideas locas y risas. Nos unimos en un mundo de imaginación, donde los dragones podían ser lo que quisieran. Todos se divirtieron tanto que comenzaron a olvidar el momento incómodo que había ocurrido con Tomi.

Al final del día, Tomi se sentía mucho mejor. "Gracias, Lucas. Te agradezco que me defendieras y que jugásemos juntos. Eres un buen amigo", me dijo, con una gran sonrisa.

"Eso siempre. A veces, los demás solo necesitan recordar que ser diferente está bien."

Desde ese día, decidimos formar un grupo creativo donde todos podían ser abiertos y divertirse sin miedo al juicio. Me di cuenta que defender a los demás es importante, y que juntos, podríamos crear un lugar donde todos fueran bienvenidos. ¡Ser uno mismo es lo más valiente que podemos hacer! El jardín de infantes se volvió un espacio donde las diferencias eran celebradas, y Tomi nunca más se sintió solo.

Así fue como aprendí que la diversidad es una parte maravillosa de la vida y cómo un pequeño acto de valentía puede iluminar el día de alguien.

FIN.

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