El valor de ser uno mismo
Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo. Lucas era un chico muy creativo, le encantaba dibujar y contar historias. Sin embargo, había algo que lo hacía sentir triste: un grupo de compañeros de su escuela lo tenía como blanco de sus bromas pesadas.
Todos los días, cuando Lucas llegaba al colegio, se encontraba con el mismo grupo: Tomás, Facundo y Carla. Estos tres se pasaban el tiempo haciendo comentarios hirientes sobre sus dibujos y su forma de ser.
"Mirá a Lucas, el dibujante. ¿A quién le importa lo que hace?" - decía Tomás riéndose.
"Sí, seguro que se cree un artista. ¿Cuándo va a hacerse amigo de los chicos de verdad?" - añadía Carla con una sonrisa sarcástica.
Lucas se sentía muy mal y a veces pensaba en no ir más al colegio. Pero un día, mientras estaba en el parque dibujando, se encontró con un anciano que estaba alimentando a las palomas. El hombre, de barba blanca y mirada amable, se acercó a Lucas.
"¿Qué haces, pequeño artista?" - le preguntó, sonriendo.
"Dibujo palomas... a veces me gustaría ser como ellas, libre y sin preocupaciones" - respondió Lucas, con la voz entrecortada.
"No dejes que nadie apague tu luz, querido. Ser quien eres es tu mayor fortaleza. Cada uno de nosotros tiene un talento único, sólo hay que creer en uno mismo" - dijo el anciano.
Esas palabras resonaron en la mente de Lucas y decidio hacer algo al respecto. Al día siguiente, decidió presentar sus dibujos en clase, un proyecto en el que había trabajado durante semanas. Al entrar al aula, notó que Tomás, Facundo y Carla estaban bromeando como siempre. Sin embargo, Lucas respiró hondo y comenzó a hablar.
"Hoy voy a mostrarles algo que he creado, espero que les guste" - dijo Lucas, su voz temblando un poco.
Los compañeros lo miraron confundidos, pero Lucas continuó. Cuando mostró sus dibujos, la clase se quedó en silencio, observando los colores y las historias que sus dibujos contaban. Incluso los que solían burlarse de él comenzaron a sonreír.
"Está buenísimo, Lucas. ¿Quién pensó en un dragón con gafas de sol?" - preguntó Facundo, sorprendido.
"Sí, nunca había visto algo igual" - agregó Carla, por primera vez sin sarcasmo.
El maestro también quedó impresionado.
"Lucas, esto es extraordinario. Estoy seguro de que esto es solo el comienzo de una gran carrera" - dijo con entusiasmo.
Ese día, Lucas sintió que su corazón se llenaba de alegría. Se dio cuenta de que sus talentos eran valiosos y que él mismo tenía que valorarlos. A partir de ese momento, decidió unirse al club de arte de la escuela y comenzó a hacer amigos que compartían su misma pasión.
Mientras tanto, Tomás, Facundo y Carla se dieron cuenta de que había algo especial en Lucas. Con el tiempo, se acercaron a él y comenzaron a hablar.
"Lucas, ¿podés enseñarnos a dibujar?" - preguntó Tomás en un tono más amable que de costumbre.
"Sí, nos gustaría aprender de vos" - agregó Carla, mirando de reojo a sus amigos.
Lucas sonrió, y aunque un poco reticente al principio, aceptó la propuesta.
"Claro! Los puedo ayudar, pero deben prometer que no se burlarán de nosotros si hacemos algo feo" - dijo Lucas, un poco inquieto.
—"Prometido" - contestaron los tres al unísono, aunque un poco sorprendidos de haberse hecho esa promesa.
Con el tiempo, el grupo se fue convirtiendo en amigos. Lucas, Tomás, Facundo y Carla descubrieron que juntos podían crear cosas maravillosas. Al final, todos aprendieron la importancia de la amistad, el respeto y la aceptación por las diferencias.
Y así, Lucas se convirtió en un niño feliz, lleno de amigos y creatividad. El bullying se desvaneció, y el pueblo comenzó a conocerlo como el "pequeño artista", un nombre que llevaba con orgullo. En todos sus dibujos, llevaba un mensaje: "El valor de ser uno mismo puede cambiarlo todo", y con eso, Lucas logró que su luz nunca se apagara.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.