El Valor de ser Uno Mismo



En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, vivía un niño llamado Tomás. Tenía un corazón enorme, pero su familia no contaba con mucho dinero. Cada día, al llegar a la secundaria, Tomás se encontraba con la mirada burlona de algunos compañeros.

"Mirá, ahí viene el pobre de Tomás con su mochila rota," decía Agustín, el más popular del curso, mientras todos reían a su alrededor.

A pesar de eso, Tomás no se dejaba afectar del todo. Sabía que tenía habilidades que estaban más allá del dinero, como su talento para contar historias. Durante los recreos, siempre alegraba a sus compañeros con cuentos fantásticos sobre aventuras en tierras lejanas. Sin embargo, la burla por su situación económica no cesaba.

Un día, la maestra de lengua decidió organizar un concurso de cuentos, y eso hizo que el corazón de Tomás latiera de emoción.

"Voy a escribir el mejor cuento que nadie haya escuchado jamás," se dijo, mientras se sentaba en su escritorio. Así, las noches siguientes las dedicó a escribir con esmero, dibujando personajes y mundos llenos de imaginación.

Cuando llegó el día del concurso, Tomás estaba nervioso, pero también emocionado. Otros chicos, que habían estado burlándose de él, presentaron cuentos llenos de personajes famosos, pero Tomás tenía algo especial:

"Quiero contarles sobre un niño que descubrió un tesoro escondido en su propio pueblo, un tesoro que no era de oro, sino de amistad y valor," comenzó, mostrando una gran pasión mientras hablaba frente a la clase.

Los compañeros comenzaron a prestar atención, y, hasta los que solían reírse de él, se quedaron en silencio, imbuidos por su narración.

Al finalizar su cuento, una profesora aplaudió.

"¡Bravo, Tomás! Has hecho un gran trabajo," dijo, y muchos comenzaron a aplaudir también.

Tomás sonrió, sintiendo que por un momento había tejido un lazo de unión con sus compañeros. Se sintió valioso y querido. Sin embargo, no todo fue positivo. Agustín, al ver que la atención se centraba en Tomás, sintió que tenía que hacer algo para intentar recuperar el foco.

"¡Eso no es real! ¿Cómo va a haber un tesoro en un pueblo como el tuyo? ¡Sos un perdedor!" gritó.

Pero esta vez, en lugar de dejar que las palabras de Agustín lo lastimaran, Tomás respondió con firmeza:

"No se trata de si soy pobre o rico. Se trata de lo que cada uno tiene en su corazón. Siempre hay algo más valioso que el oro. En la historia que conté, el verdadero tesoro era la amistad y la confianza en uno mismo."

Los murmullos se apagaron y la clase quedó en silencio. Los compañeros comenzaron a mirar a Tomás con otros ojos, incluso Agustín pareció duda al instante.

Al enterarse de su defensa, más compañeros se acercaron a Tomás después del concurso.

"Perdón, Tomás. Nunca debimos burlarnos de vos. Tu cuento fue realmente increíble," mutteró Lucía, su compañera de clase.

"Sí, me hiciste sentir que puedo ser más que popular, que ser querido es lo más importante," añadió Pedro, el chico más tímido del grupo.

Los días pasaron, y la relación de Tomás con sus compañeros comenzó a cambiar. Hablaban más, se reían y compartían.

La maestra decidió que el cuento de Tomás se publicaría en el periódico del colegio como homenaje a la creatividad y al valor.

Tomás se dio cuenta de que su pobreza no lo definía. Había encontrado su voz, había aprendido a defenderse e inspirado a otros a ser mejores.

Desde entonces, no solo era el niño que vivía en un pueblo pobre, sino el niño que había mostrado que el valor de una persona está en su interior y no en lo que posee. Creó un pequeño club en la escuela donde, junto a sus nuevos amigos, descubrían nuevos cuentos y compartían sus historias.

Así, el pueblo aprendió que cada uno tiene algo especial que ofrecer, sin importar su situación económica, y lo mejor de todo es que, unidos, podían contar su propia historia y convertirla en un tesoro invaluable.

FIN.

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