El valor de ser uno mismo



Había una vez un niño llamado Lucas que siempre se esforzaba mucho por hacer amigos.

Siempre intentaba ser el más divertido, contar los chistes más graciosos y hacer cosas extraordinarias para llamar la atención de los demás niños en el parque. Un día, mientras Lucas estaba sentado en un banco del parque, observó a un perro jugando con todos los niños. El perro era amigable, cariñoso y siempre estaba dispuesto a jugar.

Los niños se reían y disfrutaban mucho de su compañía. Lucas quedó asombrado al ver cómo el perro no tenía que esforzarse tanto como él para hacer amigos. Simplemente mostraba su verdadera personalidad y permitía que los demás lo conocieran tal como era.

Eso hizo que Lucas reflexionara sobre su forma de actuar. Decidió acercarse al perro y preguntarle cómo lograba ser tan amigable sin tener que esforzarse tanto.

El perro le respondió: "¡Woof! Woof!" (significando "¡Hola! ¡Soy solo yo!") Lucas sonrió al darse cuenta de que había encontrado la respuesta que buscaba. A partir de ese momento, decidió dejar de actuar como alguien diferente para tratar de impresionar a los demás.

En lugar de eso, decidió mostrar su verdadero yo y permitir que los demás lo conocieran tal como era. Al día siguiente, Lucas fue al parque con una nueva actitud.

Se acercó a un grupo de niños y les dijo: "¡Hola! Soy Lucas, ¿les gustaría jugar conmigo?"Los niños miraron sorprendidos a Lucas por su sinceridad y valentía. Uno de los niños respondió: "-¡Claro! ¡Nos encantaría jugar contigo!"Desde ese día, Lucas se volvió uno de los niños más populares del parque.

Se dio cuenta de que no necesitaba esforzarse tanto para hacer amigos, solo debía mostrarse tal como era y permitir que los demás lo conocieran. Lucas aprendió una valiosa lección gracias al perro amigable del parque.

Aprendió a ser auténtico y a valorar la amistad verdadera. Ahora, siempre se divierte en el parque con sus nuevos amigos y nunca deja de ser él mismo. Y así, Lucas vivió muchas aventuras junto a sus nuevos amigos en el parque.

Jugaron al fútbol, construyeron castillos en la arena y compartieron muchos momentos divertidos juntos. La moraleja de esta historia es que no necesitas cambiar quién eres para hacer amigos.

Solo sé tú mismo y permite que los demás te conozcan tal como eres. La verdadera amistad se basa en la sinceridad y el respeto mutuo. Fin

FIN.

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