El valor de ser uno mismo


estaba tan distante últimamente. Él solía ser un niño alegre y juguetón, pero últimamente se encerraba en su habitación sin querer hablar con nadie.

La madre se preguntaba qué podía estar pasando, y decidió tomar cartas en el asunto. Una tarde, mientras preparaba la cena, la madre llamó a su hijo para que bajara a ayudarla. Al principio él se negó, pero al final accedió a regañadientes.

Mientras pelaban papas juntos, la madre decidió abordar el tema delicadamente. "¿Qué te pasa, mi amor? Estás muy callado últimamente", le preguntó con preocupación. El niño suspiró y miró hacia abajo antes de responder: "No sé, mamá. Me siento raro... como si no encajara en ningún lado".

La madre lo abrazó con ternura y le dijo: "Sabes, cariño, todos nos sentimos así a veces. Pero recuerda que eres único y especial tal como eres.

No tienes que encajar en ningún molde o seguir lo que los demás hacen". El niño levantó la mirada sorprendido y preguntó: "¿En serio?"La madre asintió con una sonrisa cálida: "Claro que sí. Tienes tus propias cualidades maravillosas que te hacen especial.

Lo importante es que seas auténtico contigo mismo y sigas tu propio camino". A partir de ese día, la madre dedicó más tiempo a escuchar a su hijo, apoyarlo en sus intereses y animarlo a expresarse libremente.

Poco a poco, el niño volvió a sonreír y recuperar su alegría interior. Un mes después, durante la cena familiar, el niño anunció emocionado: "¡Mamá! ¡Quiero empezar clases de pintura! Creo que eso es lo mío".

La madre lo miró orgullosa y feliz de verlo tan entusiasmado: "¡Claro que sí! Si eso es lo que te hace feliz, vamos a apoyarte en todo momento.

"Y así fue cómo la tristeza inicial de la madre se transformó en gratitud por haber encontrado una manera de conectar aún más con su hijo e inspirarlo a seguir sus sueños sin miedo al juicio de los demás. Juntos aprendieron una valiosa lección: la importancia de aceptarse uno mismo tal como es y celebrar las diferencias que nos hacen únicos.

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