El Valor de Sofía



En una pequeña escuela de un barrio lleno de árboles y risas, vivía una niña rubia llamada Sofía. Con su cabello dorado que brillaba bajo el sol, Sofía era conocida por su carácter frágil y su sonrisa tímida. Cada día, al entrar al aula, veía a sus compañeritos jugar y reírse en el patio, mientras ella se sentaba en un rincón, observando con un brillo de deseo en sus ojos.

Un día, mientras Sofía dibujaba en sus hojas, escuchó el bullicio de sus compañeros por el patio. El grupo de los activos estaba organizando un juego de relevos.

"¡Vamos, chicos! ¡A formar equipos!" - gritaba Tomás, un niño lleno de energía que siempre lideraba cualquier actividad.

Sofía sintió una punzada en su corazón. Le hubiese encantado ser parte de eso, pero la idea de acercarse la llenaba de nervios. De repente, vio que una de sus compañeras, Carla, se alejaba del grupo porque no tenía con quién jugar.

"¿Puedo unirme?" - le preguntó Carla a Sofía, con una mirada amistosa.

"Ehh... no sé..." - balbuceó Sofía, sintiéndose insegura.

Justo antes de que Carla pudiera responder, Sofía tomó una decisión. Se armó de valor y se acercó al grupo.

"¿Puedo jugar también?" - preguntó, casi en un susurro.

El grupo se volvió para mirarla, pero para su sorpresa, Tomás sonrió.

"¡Por supuesto, Sofía! Necesitamos a alguien que pase la pelota. ¡Ven!" - dijo, señalando un lugar entre ellos.

Sofía sintió que el corazón le palpitaba con fuerza. Era su oportunidad. Aceptó y se unió al juego, corriendo y riendo con sus compañeros. Al principio se sintió un poco fuera de lugar, pero pronto descubrió que en realidad estaban disfrutando tenerla ahí.

Sin embargo, a mitad del juego, algo inesperado ocurrió. Una pelota salió volando y chocó con la ventana de la maestra.

"¡Oh no!" - exclamó Sofía, sintiéndose aterrorizada.

Los niños empezaron a murmurar, y Tomás les dijo:

"No se preocupen, fue un accidente... ¡lo arreglaremos juntos!"

"Sofía, no pasa nada, ¿verdad?" - le dijo Carla, dándole una sonrisa tranquilizadora. "¡Tú solo anímate y se lo explicamos juntas! Estoy contigo."

Sofía tragó hondo, con el apoyo de Carla, y se acercaron juntas a la maestra.

"Lo sentimos, señora. Fue un accidente. No queríamos romper nada..." - dijo Sofía, con un hilo de voz.

La maestra, sorprendida por la valentía de las chicas, sonrió cálidamente.

"Está bien, Sofía. Los accidentes pueden pasar. Aprecio que vinieran a decirme. Vamos a resolverlo juntos. Después de todo, ¡el trabajo en equipo es lo que importa!" - respondió la maestra, haciendo que Sofía se sintiera aliviada.

A partir de ese día, Sofía se unió al grupo más a menudo. Con cada juego y cada risa, su confianza fue creciendo. Aprendió que aunque era pequeña y tímida, su voz también importaba y que podía ser parte de algo grande, como el juego de relevos y, aún más importante, de la amistad.

Al final del año, durante la fiesta de despedida, los compañeros organizaron una sorpresa para Sofía. Le hicieron un cartel que decía: "Sofía, nuestra fuerte y valiente amiga". Con lágrimas de felicidad, Sofía se dio cuenta de que no solo se había ganado un lugar entre ellos, sino que también había aprendido a valorarse a sí misma.

Así, en su pequeño mundo de juegos, risas y aventuras, Sofía nunca olvidó la lección más importante: que ser fuerte no significa no tener miedo, sino enfrentarlo con valentía y rodearse de quienes te alientan a brillar. A veces, la mayor aventura comienza con un simple paso hacia adelante.

FIN.

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