El Valor de Tomás



Era un día soleado en la escuela primaria El Arcoíris. Los niños corrían por el patio, riendo y jugando. Entre ellos estaba Tomás, un niño que siempre llevaba consigo su cuaderno de dibujos. Tomás amaba dibujar, y sus ilustraciones eran un reflejo de su mundo imaginario. Sin embargo, había un grupo de compañeros que se burlaban de él constantemente.

"Mirá al dibujante, siempre con su cuaderno. ¿Cuántos amigos tenés, Tomás?" - le decía Federico, el líder del grupo.

Tomás agachaba la cabeza, sintiendo cómo el peso de las palabras de Federico se hacía más grande cada día.

Un día, mientras Tomás estaba sentado debajo de un árbol tratando de concentrarse en sus dibujos, los mismos chicos se le acercaron.

"¿Qué estás haciendo, más de lo mismo?" - se rió Lucas, otro de los matones.

"Mis dibujos son importantes para mí" - replicó Tomás, con la voz temblorosa.

"Como si a alguien le importara" - respondió Federico, riéndose junto a sus amigos.

Ese día, Tomás decidió que ya no quería sentirse así. Se acordó de lo que su mamá le decía: “Siempre sigue tu corazón y no te dejes llevar por lo que digan los demás”. Así que, decidió hacer algo al respecto.

Al día siguiente, Tomás trajo a la escuela un dibujo gigante que había hecho: un mural lleno de colores, donde cada niño de la clase estaba representado como un personaje de un mundo mágico. Escribió en la parte inferior: “Todos somos parte de la historia, juntos hacemos magia”.

Cuando los compañeros comenzaron a notar el mural, Federico se acercó, sorprendido.

"No puedo creer que seas capaz de hacer algo así, nunca pensé que podrías dibujar tan bien" - dijo, con tono de asombro.

"Gracias, Federico. Creo que todos podemos ser creativos a nuestra manera. ¿Te gustaría dibujar conmigo el próximo miércoles?"

La reacción de Federico no fue la esperada.

"¿Yo? No sé... pero... quizás" - contestó, sorprendido por la invitación.

Al principio, Federico dudaba, pero en los días siguientes, los murmullos del grupo comenzaron a cambiar.

"Tomás, querés venir a jugar a la pelota después de clase?" - le preguntó Lucas, un poco titubeante.

Tomás sonrió, pero decidió ser cauteloso.

"Claro, pero también pueden sumarse a mi taller de dibujo después. Todos pueden participar".

El cambio fue sutil, pero comenzó a notarse. Poco a poco, los chicos que antes se reían de Tomás empezaron a encontrar la belleza en su arte.

El taller de dibujo se volvió un lugar donde todos se sentían libres para crear. Un día, mientras tanto, los compañeros de Tomás comenzaron a defenderlo de las burlas.

"Dejen a Tomás en paz, él es un maestro de la ilustración" - gritó Laura, una de las niñas más populares.

Esa frase resonó en los otros niños, creando un cambio radical.

Con el tiempo, el ambiente de la escuela cambió. Todos aprendieron a valorar sus diferencias y a apoyarse mutuamente. Tomás fue invitado a una exposición, donde mostró sus dibujos y compartió su pasión.

Al final del año, mientras se preparaban para la fiesta de despedida, Federico se acercó a Tomás.

"Sabés, este año fue diferente. Aprendí muchas cosas. Quiero hacer un mural con vos, en un lugar donde todos lo puedan ver".

"¡Me encantaría!" - exclamó Tomás, aunque un poco asombrado.

Así, el mural se convirtió en símbolo de amistad y diversidad. Tomás se volvió más seguro y decidió que su mensaje era claro: la unión y el respeto pueden vencer cualquier forma de bullying.

FIN.

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