El Valor de un Amigo



En el patio de la escuela, Lucas se sentaba solo en el rincón más alejado, mirando cómo sus compañeros jugaban y reían. Siempre quería unirse, pero sabía que si lo intentaba, se escucharían las risas burlonas de Daniel y su grupo. "¡Mírenlo, el solitario!", gritaban cada vez que Lucas se acercaba al grupo de fútbol o entraba en alguna conversación.

Un día, mientras veía desde su rincón, se acercó a él Clara, una compañera que siempre había sido amable.

"Hola, Lucas. ¿Por qué no juegas con nosotros?"

Lucas miró hacia el suelo, sintiendo que su corazón latía más rápido.

"Es que... no me gusta que se rían de mí".

Clara sonrió con complicidad.

"A veces, lo que más tememos es lo que más queremos. Ven, yo te presento a los chicos".

Lucas dudó, pero la amabilidad de Clara le dio un pequeño empujón. Se levantó lentamente y se unió a ella. Al llegar al grupo, Daniel no tardó en hacer su comentario.

"Mirá, el solitario viene a jugar".

Pero Clara no se dejó intimidar.

"¡Daniel! Lucas podría ser un excelente jugador si le das una oportunidad. ¿O no te parece?"

Daniel, sorprendido por la defensa de Clara, se quedó en silencio. Otros chicos comenzaron a murmurar entre ellos.

"Dale, Lucas, solo trata de patear la pelota una vez". - dijo otro compañero, animándolo.

Con el aliento de los demás, Lucas decidió probar. Se acercó a la pelota y la pateó, haciendo que rodara con fuerza.

"¡Bien!" - exclamó Clara, aplaudiendo.

En ese momento, la actitud del grupo cambió. Lucas anotó un gol, y en lugar de burlas, lo recibieron con aplausos.

"¡Sos un crack, Lucas!" - gritó otro chico emocionado.

Sin embargo, lo más interesante fue lo que sucedió luego. Lucas, que antes solo miraba, se fue sintiendo parte del grupo. Comenzó a hacer reír a sus compañeros con sus ocurrencias y, sorprendentemente, hasta Daniel se unió a las risas.

"¡Tal vez deberíamos darle otra oportunidad al solitario!" - bromeó Daniel, esta vez sin malicia. Esta vez, Lucas sintió que había cambiado su suerte y decidió reír junto a ellos.

Los días pasaron, y Lucas se dio cuenta de que ya no tenía que esconderse. Con la valentía de Clara y la aceptación del grupo, había aprendido que muchas veces, solo se necesita un empujón y un poco de confianza.

Al término del año escolar, Lucas y Clara hicieron una fortaleza de cartas en el aula, y Lucas se dio cuenta de que había encontrado no solo compañeros, sino también amigos genuinos. Planificaron una fiesta de despedida para todos, donde los nuevos vínculos de amistad brillaban más que cualquier rayo de sol.

"Nunca podrías ser solo un solitario, Lucas", le comentó Clara mientras organizaban las decoraciones.

"Yo tampoco lo quiero ser, gracias por ayudarme".

"Siempre estaré aquí para mostrarte que ser parte de algo puede ser increíble".

Y así, Lucas aprendió que la amistad puede brindarle valor a cualquiera, que atreverse a dar el primer paso y abrirse a los demás puede cambiarlo todo.

FIN.

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