El Valor Del Agua
En el puerto de Paita, donde las olas del mar se encuentran con la tierra, la situación era complicada. Desde hacía un tiempo, el agua escaseaba y las familias luchaban para recolectar lo poco que llegaba a sus caños. José y su hermano Carlos, dos niños de espíritu curioso, estaban acostumbrados a jugar entre risas y juegos, pero ahora tenían una responsabilidad importante: ayudar a su madre a recoger agua.
- ¡Vamos, Carlos! - gritó José mientras corría hacia el caño, una tubería que goteaba lentamente. - ¡La mamá necesita nuestra ayuda!
Pero Carlos, más interesado en salpicar el agua que en ayudar, se quedó mirando embobado.
- ¡Mirá cómo brincan las gotas! - exclamó Carlos, chapoteando. - ¡Es como un juego!
- No es un juego, Carlos. La mamá necesita el agua para cocinar y tomar. - le contestó José frustrado.
A pesar de su esfuerzo por convencer a su hermano, José se dio cuenta de que Carlos simplemente no comprendía la gravedad de la situación. Decidido a no rendirse, José comenzó a recoger el agua con un recipiente, mientras Carlos seguía jugando.
Días pasaron y el problema del agua empeoró. En la escuela, José escuchó a su maestra hablar sobre la importancia de cuidar el agua, y eso le dio una idea.
- ¡Carlos! - lo llamó emocionado. - ¿Y si hacemos una campaña para recuperar agua? Podemos pedirle ayuda a nuestros vecinos y explicarles la importancia de cuidarla.
Carlos lo miró con cierta duda.
- ¿Y cómo haremos eso?
- Podemos hacer carteles y hablar con todos. Si todos juntamos nuestros esfuerzos, quizás podamos recolectar más agua. - dijo José.
Carlos al fin parecía interesado.
- ¡Está bien! Haremos carteles grandes para que todos los vean. - dijo emocionado, dándose cuenta de que estaba haciendo algo importante.
Juntos, los dos hermanos sellaron carteles que decían: "Cuidemos el agua, cuidemos la vida" y salieron a hablar con sus vecinos. Al principio, algunos no entendían la seriedad del asunto, pero poco a poco, el entusiasmo de José y Carlos fue contagiando a todos.
- ¡Vamos a ser héroes del agua! - gritó Carlos mientras ayudaba a su hermano a clavar un cartel en la puerta de su casa.
El trabajo en equipo dio sus frutos. Poco a poco, más familias se sumaron a la iniciativa, guardando el agua en recipientes y tratando de no desperdiciarla. Carlos ya no jugaba con el agua, ahora sabía que era algo que debía cuidarse.
Un día, después de semanas de trabajo, se organizó una gran reunión en el barrio. Todos estaban felices, habían logrado juntar más agua de la que habían imaginado.
- ¡Bravo, chicos! - dijo la madre de José y Carlos mientras aplaudía. - Gracias a su esfuerzo y compromiso, todos estamos un poco mejor.
Los dos hermanos sonrieron, con el pecho inflado de orgullo.
- Si seguimos así, el agua nunca volverá a ser un problema. - afirmó José.
- Y yo prometo no jugar con ella nunca más. - añadió Carlos, sintiéndose un verdadero héroe.
Desde aquel día, el puerto de Paita no solo se convirtió en un lugar donde cuidaban el agua, sino que también unieron a la comunidad, demostrando que con esfuerzo y colaboración, pueden lograr grandes cosas. Y así aprendieron no solo a valorar el agua, sino también a trabajar juntos por un futuro mejor.
FIN.