El valor del amor fraternal


Lucas era un niño feliz que vivía con sus papás en una casa muy bonita. Todos los días Lucas jugaba con sus papás, compartían deliciosas meriendas y se divertían juntos.

Lucas se sentía muy querido por sus papás y era el niño más feliz del mundo, pero un día todo cambió. Sus papás le anunciaron que pronto llegaría un nuevo integrante a la familia, un hermanito al que llamarían Leo.

Al principio, Lucas estaba emocionado con la noticia, pero a medida que pasaban los días, empezó a sentir que sus papás estaban más ocupados y le daban menos atención. Lucas se sentía triste y celoso de su hermanito.

"Papá, mamá, ¿por qué ya no juegan tanto conmigo?", preguntaba Lucas con una carita triste. Sus papás lo abrazaban y le explicaban que ahora tenían que cuidar a Leo, pero que siempre lo querían igual. A pesar de las explicaciones de sus papás, Lucas se sentía solo y enojado.

Un día, mientras sus papás estaban ocupados con Leo, Lucas decidió irse a caminar al parque. Allí se encontró con un señor muy sabio que tenía una larga barba blanca. El señor le preguntó a Lucas por qué se veía tan triste.

Lucas le contó al señor que se sentía desplazado por la llegada de su hermanito Leo, que ya no jugaban con él como antes y que se sentía muy solo.

El sabio hombre sonrió y le dijo a Lucas: "El amor de tus papás no se divide, se multiplica. Tú eres un hermano mayor muy especial y puedes enseñarle muchas cosas a Leo. En lugar de sentir celos, demuéstrale a Leo cuánto lo quieres y cuánto lo vas a cuidar".

Las palabras del sabio hombre resonaron en el corazón de Lucas. Decidió volver a casa con una actitud diferente.

Desde ese día, Lucas ayudaba a sus papás a cuidar a Leo, le cantaba canciones para hacerlo dormir, le leía cuentos y le enseñaba a jugar. Poco a poco, Lucas se dio cuenta de que podía amar a Leo y seguir siendo especial para sus papás.

Con el tiempo, Lucas y Leo se convirtieron en los mejores amigos, compartían sus juguetes, se protegían y se divertían juntos. Lucas aprendió que el amor no se acaba, sino que crece cuando se comparte. También entendió que ser un hermano mayor era un gran privilegio y que el amor fraternal era algo maravilloso.

Lucas volvió a ser el niño feliz que jugaba y reía con sus papás, pero esta vez, lo hacía con su hermanito Leo a su lado. Y juntos, formaron una familia llena de amor y complicidad.

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