El valor del buen trato



Había una vez en un hermoso pueblo llamado Villa Alegre, un chico llamado Mateo. Mateo era conocido por su gran corazón y por el buen trato que tenía hacia los demás.

Siempre estaba dispuesto a ayudar, escuchar y mostrar amabilidad hacia todos a su alrededor. Un día, Mateo se encontraba en la plaza del pueblo jugando con sus amigos cuando vio a un niño llorando. Se acercó rápidamente para ver qué le pasaba.

-¿Qué te pasa, qué te tiene tan triste? -preguntó Mateo con gentileza. El niño le contó que se sentía solo porque acababa de mudarse al pueblo y no conocía a nadie. Mateo decidió ser amigo del niño y lo invitó a jugar con él y sus amigos.

Desde ese día, Mateo y el nuevo niño se convirtieron en grandes amigos. Mateo comprendió que con una simple muestra de buen trato y amabilidad, se puede hacer una gran diferencia en la vida de otra persona.

Decidió que quería seguir haciendo el bien a todos los que lo rodeaban. Una tarde, mientras caminaba por la calle principal del pueblo, vio a una señora mayor que necesitaba ayuda para cruzar la calle.

Sin dudarlo, se acercó, le ofreció su brazo y la acompañó con seguridad al otro lado. La señora le agradeció con una sonrisa en el rostro y Mateo se sintió feliz de haber podido ayudar.

Poco a poco, la noticia sobre las buenas acciones de Mateo se extendió por todo el pueblo. La gente empezó a admirarlo y a seguir su ejemplo de buen trato y amabilidad. Un día, la escuela organizó un concurso para premiar al estudiante que mejor representara los valores de amabilidad y buen trato.

Todos en Villa Alegre sabían quién merecía ganar. Mateo fue elegido como el ganador del concurso, lo cual lo llenó de orgullo.

A partir de ese día, más y más niños y niñas en Villa Alegre empezaron a seguir el ejemplo de Mateo y a tratar a los demás con amabilidad y respeto. La actitud de Mateo logró cambiar la forma en que la gente se trataba en el pueblo, convirtiéndolo en un lugar mucho más amable y feliz.

La historia de Mateo nos enseña que el buen trato y la amabilidad pueden cambiar vidas y transformar comunidades enteras. No importa cuán pequeños sean nuestros actos, el impacto que generan puede ser enorme.

Siempre recordaremos a Mateo como el chico que enseñó a Villa Alegre el verdadero valor del buen trato y la amabilidad.

FIN.

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