El Valor del Pequeño Tyler



En una granja colorida y bulliciosa, vivía un pequeño conejo llamado Tyler. Era tan pequeño y débil que los otros animales siempre se burlaban de él.

"¡Mirá al conejito! No puede ni saltar alto!" - decía la vaca Lola, riéndose con su amiga la gallina Paca.

"¡Un conejo tan pequeño no sirve para nada!" - añadía la oveja Rita, con una gran carcajada.

A pesar de sus burlas, Tyler nunca se desanimaba. Sabía en su corazón que, aunque su tamaño no era impresionante, tenía un gran valor. Siempre se esforzaba por ayudar a los demás en la granja, aunque lo hiciera en pequeñas dosis.

Un día, mientras los animales se preparaban para la cosecha, sucedió algo inesperado. Un enorme toro llamado Bruto apareció en los límites de la granja, causando un gran alboroto.

"¡El toro viene! ¡Corran!" - gritó Paca, volando con todas sus plumas.

"¡Es una bestia, hay que salvarse!" - bramó Lucho, el gallo, mientras corría hacia el gallinero.

Todos los animales comenzaron a huir despavoridos, pero Tyler, aunque tembloroso, decidió enfrentar la situación.

"¡Espera! No podemos dejar que Bruto destruya nuestra cosecha!" - convocó a los demás, intentando mostrarse firme.

Nadie le prestó atención. En su pequeño corazón, Tyler sabía que tenía que actuar. Rápidamente, se dirigió hacia el jardín de la granja, donde florecían hermosas flores de colores. Con determinación, recogió un ramo de las flores más bellas, y se las arregló para acercarse sigilosamente a Bruto, que estaba a punto de romper la valla.

"¡Detente, Bruto!" - gritó Tyler con toda su voz. El toro, sorprendido por la audaz aparición del pequeño conejo, giró su cabeza hacia él.

"¿Qué quiere este conejito?" - preguntó Bruto, un poco confundido.

"¡No puedes destruir nuestra granja!" - continuó Tyler, aunque su voz temblaba. "¡Mira estas flores! Son símbolo de amistad y alegría. No deberías arruinar lo que alegra a los que vivimos aquí..."

Bruto se detuvo por un momento, observando las vibrantes flores que Tyler sostenía con sus pequeñas patas.

"¿Amistad?" - repetía el toro, pensativo. "No estaba aquí para hacer daño; simplemente, estaba buscando algo de comida..."

Tyler, al notar la tristeza en los ojos de Bruto, decidió no rendirse.

"Si tienes hambre, podemos compartir lo que tenemos. Hay pasto fresco en la granja y mucho más para disfrutar. Pero no puedes romper lo que ya tenemos aquí" - afirmó el pequeño conejo con valentía.

Bruto bajó la mirada, comprendiendo que su actitud había asustado a todos.

"Nunca quise asustar a nadie. Si me ayudan, prometo no molestar, y juntos podemos disfrutar la cosecha!" - dijo el toro, más calmado.

Los otros animales, que estaban escondidos, comenzaron a asomarse, viendo que Tyler había logrado calmar a Bruto.

"¡Increíble!" - exclamó Lucho, asombrado. "Nunca pensé que el pequeño Tyler pudiera hacer eso".

Desde ese día, Bruto se convirtió en un amigo de la granja, y los animales aprendieron que la valentía no está determinada por el tamaño, sino por lo que hay dentro. Tyler fue el héroe del día, recordándoles a todos que incluso los más pequeños, con valor y corazón, pueden lograr grandes cosas.

Y así, se celebraron las cosechas, uniendo a todos en la amistad y la alegría. Tyler sonreía, no por ser pequeño, sino por ser valiente, recordando siempre que todos tenemos un lugar en el mundo, sin importar nuestro tamaño.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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