El valor del perdón


En una escuela de un pequeño pueblo, dos niños llamados Martín y Sofía solían ser amigos inseparables. Jugaban juntos en el recreo, compartían sus meriendas y se ayudaban en las tareas escolares. Sin embargo, un día todo cambió.

Martín y Sofía comenzaron a pelear por tonterías. Discutían por quién era más rápido corriendo o quién dibujaba mejor.

La pelea fue escalando hasta que un día, durante el recreo, Martín empujó a Sofía haciendo que cayera al suelo. Ese fue el punto de quiebre. Sofía se levantó furiosa y le gritó a Martín: "¡No quiero volver a ser tu amiga nunca más! ¡Estoy harta de tus tonterías!".

Martín, sintiéndose herido en su orgullo, respondió: "¡Pues yo tampoco quiero ser tu amigo! ¡Eres una presumida!". Ambos se separaron y durante varios días no volvieron a dirigirse la palabra.

El ambiente en la escuela se volvió tenso y triste sin la risa y alegría que solían contagiar Martín y Sofía. Un día, la maestra de ambos decidió intervenir. Llamó a los dos niños después de clase y les preguntó qué había pasado entre ellos. Entre sollozos, Martín y Sofía contaron lo sucedido.

La maestra les explicó lo importante que era la amistad, el valor del respeto mutuo y cómo las peleas podían dañar los corazones de quienes se querían tanto como ellos dos.

Martín miró a Sofía con tristeza en sus ojos y le dijo: "-Perdón por empujarte, Sofi. No debí hacerlo".

Sofía lo miró sorprendida e incrédula al principio, pero luego sus ojos se llenaron de lágrimas mientras respondía: "-Yo también te pido perdón por haberte dicho esas cosas tan feas". Los dos niños se abrazaron entonces con fuerza, dejando atrás rencores y malentendidos. Descubrieron que las discusiones eran normales entre amigos pero siempre podían superarse si existía amor sincero entre ellos.

Desde ese día, Martín y Sofía volvieron a ser inseparables. Aprendieron a valorar su amistad por encima de cualquier diferencia u obstáculo que pudiera interponerse en su camino.

La noticia sobre su reconciliación pronto se esparció por toda la escuela, llenando los corazones de todos con alegría y esperanza. Martín y Sofía demostraron que incluso después de una gran pelea, siempre hay espacio para el perdón y una nueva oportunidad para fortalecer los lazos de amistad verdadera.

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