El valor del respeto


En una pequeña escuela de un pueblo, vivía una niña llamada Sarah. Sarah era una niña brillante y llena de energía, pero a menudo se olvidaba de mostrar respeto a los demás.

No seguía las reglas de la maestra, interrumpía a sus compañeros y no prestaba atención en clase. La maestra, la señorita Carmen, intentaba hablar con Sarah y enseñarle sobre la importancia del respeto, pero Sarah no le prestaba atención.

Un día, cansada de sentirse sin respeto, Sarah pidió a todos que la respetaran. "¡Exijo respeto! ¡Todos deberían tratarme con respeto!" -gritó Sarah. Sin embargo, nadie la respetó. Sus compañeros se sentían molestos por su actitud y la ignoraron.

La señorita Carmen se acercó a ella y le dijo suavemente: "Sarah, el respeto se gana mostrando respeto a los demás. No puedes exigir algo que no estás dispuesta a dar. Piensa en cómo has tratado a tus compañeros y a mí.

¿Te gustaría ser tratada de la misma manera?" Sarah se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de la maestra. En ese momento, entendió que el respeto no se exige, se gana. Desde ese día, Sarah decidió cambiar su actitud.

Empezó a escuchar a sus compañeros, a seguir las reglas y a respetar a la señorita Carmen. Poco a poco, sus compañeros comenzaron a ver su cambio y le mostraron respeto.

La señorita Carmen elogió su actitud y le recordó que el respeto es fundamental en todas las relaciones. Sarah aprendió que al mostrar respeto a los demás, también recibía respeto. Desde entonces, se convirtió en una compañera ejemplar y nunca más exigió respeto, sino que lo ganó con su comportamiento y actitud.

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