El Vampiro Malo que Quería Ser Bueno



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un vampiro llamado Víctor. A diferencia de otros vampiros, que se escondían en las sombras para asustar a la gente, Víctor era un vampiro un poco torpe y muy, pero muy malo. Cada noche, cuando el sol se escondía, él salía con una risa malvada.

"¡Muahahaha! ¡Hoy asustaré a todos!" - gritaba Víctor desde lo alto de la colina.

Sin embargo, su maldad no siempre resultaba como él esperaba. Una noche, decidió que era el momento perfecto para asustar a los niños que jugaban en el parque.

Cuando llegó, se puso una capa negra y se escondió tras un árbol.

"¡Boo!" - gritó, pero los niños empezaron a reírse.

"Mirá, es solo Víctor, el vampiro torpe" - dijo una niña llamada Clara, con una sonrisa.

A Víctor le dolió un poco el corazón. Se fue más lejos, pensando que esta vez asustaría a los adultos en la plaza.

Al llegar, se escondió detrás de una banca, y cuando los adultos pasaron, gritó nuevamente:

"¡Muahahaha, soy el vampiro de la noche!"

Pero, para su sorpresa, los adultos apenas lo miraron y continuaron charlando. Uno de ellos comentó:

"¿No es ese Víctor, el chico del pueblo? Se cree muy malo, pero es solo un vampiro de papel".

Desilusionado, Víctor se sentó en el suelo y se puso a pensar. ¿Por qué no podía ser el tipo de vampiro que todos temían y respetaban?

De repente, una pequeña mariposa voló cerca de él.

"¿Por qué estás tan triste, amigo?" - preguntó la mariposa.

"Quiero ser un vampiro malo, pero ni los niños ni los adultos tienen miedo de mí" - respondió Víctor con un suspiro.

"¡Quizás no necesites ser malo! A veces, hacer reír a los demás es más divertido que asustarlos" - sugirió la mariposa, revoloteando alrededor.

Esa idea empezó a darle vueltas en la cabeza a Víctor. A partir de esa noche, decidió cambiar su enfoque. En lugar de asustar, se propuso hacer reír a los niños.

Al día siguiente, Víctor se vistió con ropa divertida y se pintó la cara con colores. Cuando los niños lo vieron venir al parque, comenzaron a reírse aún más.

"¡Miren a Víctor! Es un vampiro payaso" - gritó Clara entre risas.

Víctor, animado por las risas, empezó a hacer trucos como saltar y girar en el aire, y pronto todos los niños se unieron a él en un desfile de risas.

Esa noche, cuando llegó la hora de dormir, Víctor se dio cuenta de que no solo los niños estaban contentos, sino él también. Había encontrado su verdadera naturaleza: hacer sonreír a los demás.

"Tal vez no necesite ser un vampiro malo después de todo" - pensó mientras observaba a los niños felices, bajo las estrellas.

Desde ese día, Víctor se convirtió en el vampiro más querido del pueblo. Cada noche, sus amigos esperaban convertirse en parte de sus divertidas aventuras. Y así, un vampiro que quería ser malo encontró su verdadero propósito: esparcir alegría y risas por donde fuera.

Y así se cuenta la historia del vampiro que, en lugar de asustar, decidió hacer reír. Desde aquel día, nunca volvió a sentirse triste ni solo, porque el amor y la alegría son más poderosos que el miedo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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