El Vampiro Malo y el Bosque Encantado



Había una vez un vampiro llamado Bruno que vivía en un castillo oscuro alejado del pueblo. Todos lo llamaban "el vampiro malo" porque siempre aullaba por las noches y asustaba a los niños. Un día, mientras volaba sobre el bosque encantado, decidió que iba a asustar a los animales que vivían allí, creyendo que eso le haría más poderoso.

Cuando entró al bosque, Bruno vio a un conejo llamado Tito, que estaba jugando con sus amigos. Bruno sonrió maliciosamente y se acercó volando con su capa negra.

- “¡Boo! ¡Soy el vampiro malo, y voy a asustarte! ” - gritó Bruno.

Los amigos de Tito se asustaron y huyeron, pero Tito, que era muy valiente, no se movió. - “¡No me asustás! ¿Por qué querés asustar a los demás? ” - le preguntó Tito.

Bruno se sorprendió por la respuesta. Nunca había pensado que alguien se le podría enfrentar. - “Porque soy un vampiro malo y a los vampiros se les supone que les gusta asustar.”

- “Escuchame, Bruno. En este bosque, todos somos amigos. Si querés, podemos jugar juntos en lugar de asustar a la gente” - le propuso Tito con una sonrisa.

Bruno frunció el ceño. - “¿Jugar? ¿Qué es eso? Los vampiros no juegan, asustan.”

Tito vio que Bruno estaba confundido y decidió ayudarlo. - “Te voy a enseñar. ¡Ven! ” - y lo llevó a un claro donde todos los animales estaban jugando a la búsqueda del tesoro.

Al principio, Bruno se quedó al margen, observando desde la distancia. Pero, a medida que los animales se divertían, un sentimiento desconocido comenzó a crecer dentro de él. Era la alegría.

Después de un rato, Tito se acercó. - “¿Vas a quedarte ahí parado? ¡Únete a nosotros! ”

Con un poco de timidez, Bruno se acercó y, con un despliegue de valor, le dijo: - “Está bien, voy a probar.”

Los animales le explicaron las reglas del juego y, aunque Bruno al principio no podía controlar su vuelo y se desviaba, poco a poco se fue adaptando. Todos comenzaron a reírse cuando Bruno se puso a buscar “tesoros”. Fue un momento mágico. La risa llenó el bosque, y Bruno sintió algo que nunca había conocido: la felicidad.

Pero, de repente, una sombra apareció entre los árboles. Era un dragón pequeño llamado Timo, que venía a asustar a todos.

- “¡¿Quién se atreve a jugar en mi bosque? ! ¡Los voy a espantar a todos! ” - rugió Timo con voz temblorosa.

Todos los animales sintieron miedo, y Tito miró a Bruno. - “Bruno, ¿puedes ayudarnos? ”

- “¿Yo? ¡Pero soy el vampiro malo! ”

- “Esa es la razón por la que él puede asustarse, ya que tiene miedo de un vampiro de verdad. ¡Se espantará si ve que vos no tenés miedo! ”

Bruno sintió un escalofrío, pero recordó la alegría que había sentido en el juego. - “Está bien, lo intentaré.”

Con valentía, se acercó al dragón. - “¡Hola, Timo! ¿Por qué querés asustarnos? ”

El dragón se quedó atónito. - “Porque estoy solo y no tengo amigos...” - confesó Timo, bajando la cabeza.

Bruno hizo una pausa, pues entendía lo que era sentirse solo. - “¿Por qué no te unes a nosotros en lugar de asustar? Podemos jugar juntos.”

La mirada de Timo iluminó su rostro. - “Realmente podría... me gustaría tener amigos.”

Los tres animales, el conejo, el vampiro y el dragón, unieron sus fuerzas en una gran aventura. Desde aquel día, Bruno dejó de ser el vampiro malo, se convirtió en el amigo más divertido del bosque encantado. Aprendió que la verdadera magia no estaba en asustar, sino en compartir momentos felices con amigos.

Y así, un vampiro que se creía malo, se transformó en un héroe querido por todos los animales del bosque encantado. Desde entonces, el bosque nunca volvió a ser el mismo, lleno de risas y amistad, todos aprendiendo que es mucho mejor ser amigos que ser temidos.

Fin.

FIN.

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