El velero de la amistad
Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, un grupo de amigos muy curiosos que se llamaban Lautaro, Micaela y Tomás.
Les encantaba aprender sobre los diferentes medios de transporte que existen en el mundo: desde los aviones que vuelan por el cielo hasta los barcos que navegan por el mar, pasando por los autos y trenes que recorren las calles y vías férreas.
Un día, mientras paseaban por la costa del Río de la Plata, vieron un hermoso velero zarpar hacia alta mar. Quedaron impresionados por la elegancia y velocidad con la que se deslizaba sobre las aguas. - ¡Qué increíble es ese velero! -exclamó Micaela emocionada.
- Sí, me encantaría algún día poder navegar en uno como ese -añadió Tomás con entusiasmo. Lautaro, siempre el más aventurero del grupo, les propuso una idea:- ¿Por qué no construimos nuestro propio velero? Sería una gran experiencia y podríamos aprender mucho sobre navegación.
Los tres amigos estuvieron de acuerdo y se pusieron manos a la obra. Con materiales reciclados que encontraron en la playa, comenzaron a construir su pequeño velero. Pasaron días enteros trabajando juntos, aprendiendo sobre cómo funcionan las velas y el timón.
Finalmente, llegó el día en que su velero casero estaba listo para zarpar. Lo llevaron al agua con cuidado y subieron a bordo emocionados.
El viento soplaba fuerte aquella tarde y las olas eran un poco más altas de lo esperado, pero los valientes amigos no se amilanaron. - ¡Vamos equipo! ¡A navegar se ha dicho! -gritó Lautaro levantando el puño al aire. El velero empezó a moverse lentamente al principio, pero luego tomó velocidad impulsado por el viento.
Los amigos se sentían libres como pájaros surcando el cielo. Navegaron durante horas explorando nuevas zonas de la costa y disfrutando del sol brillante sobre sus cabezas. De repente, una densa niebla comenzó a rodearlos dificultando su visión.
- ¡Oh no! ¿Qué hacemos ahora? -preguntó Micaela preocupada. - Tranquilos chicos, recordemos lo que aprendimos: cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles debemos mantener la calma y confiar en nosotros mismos -dijo Tomás tratando de infundir ánimo al grupo.
Con valentía y trabajo en equipo lograron sortear la niebla sin problemas gracias a sus conocimientos previamente adquiridos durante la construcción del velero. Al final del día regresaron a tierra firme con una gran sonrisa en sus rostros.
Habían vivido toda una aventura juntos y habían descubierto lo importante que es trabajar en equipo para superar cualquier obstáculo que se presente en el camino.
Desde entonces, Lautaro, Micaela y Tomás siguieron explorando e investigando sobre diferentes medios de transporte tanto terrestres como marítimos. Siempre recordaban aquel día en el cual construyeron su propio velero y navegaban juntos hacia nuevos horizontes llenos de emoción y aprendizaje.
FIN.