El Velero Galáctico de Tomás



Era un día soleado y Tomás, un niño curioso de diez años, no podía dejar de mirar hacia el cielo. Desde la clase de ciencias había aprendido sobre las estrellas, los planetas y las galaxias, y su mente no podía parar de imaginar aventuras intergalácticas. Sin embargo, en lugar de soñar desde su pupitre, Tomás decidió que era hora de hacer algo grandioso.

- ¡Hoy me escapo del cole! –se dijo a sí mismo, mientras miraba el reloj.

Con sigilo, Tomás salió de su aula y se dirigió al parque que había cerca de su escuela. Allí, en un rincón escondido detrás de algunos árboles, había una vieja casita de madera que parecía olvidada por el tiempo. Tomás la había visto algunas veces y, en su corazón, sabía que allí sería el lugar perfecto para construir su velero galáctico.

Cuando llegó, su imaginación voló.

- Este será el puente de mando - murmuró mientras usaba ramas y hojas caídas para darle forma a su barco espacial.

Las horas pasaron y Tomás estaba tan concentrado en su proyecto que no se dio cuenta del tiempo que había pasado. Mientras juntaba piezas de madera y seponía un montón de objetos que encontró por ahí, comenzó a soñar despierto sobre su viaje a las estrellas. De repente, escuchó unos pasos.

- ¿Tomás? - dijo una voz familiar. Era su amiga Ana, que lo había ido a buscar.

- Ana, ¡perfecto! ¡Ayudame a terminarlo! - dijo Tomás emocionado, señalando su creación.

- ¿Qué es esto? - preguntó Ana, riendo.

- ¡Es mi velero galáctico! Vamos a viajar por el espacio, ¡y conocer otros planetas! - contestó Tomás con una sonrisa de oreja a oreja.

Ana pensó un momento y luego dijo:

- ¡Suena increíble! Pero... ¿no deberíamos contarle a alguien?

Tomás dudó, pero su espíritu aventurero no le permitió rendirse tan fácilmente.

- ¡Vamos! Es nuestra oportunidad de vivir una aventura única. No necesitamos a nadie más.

Juntos, comenzaron a trabajar en el velero. Con cada rama que cortaban y cada hoja que utilizaban, se sentían más cerca del espacio. Pusieron un gran papel plateado en la parte superior para simular el brillo de las estrellas.

Pero en ese momento, apareció Lucas, un compañero de la escuela que había estado buscando a Tomás.

- ¿Qué están haciendo acá? - preguntó Lucas, mirándolos con curiosidad.

- Estamos construyendo un velero galáctico - respondió Tomás con orgullo.

- ¿Puedo ayudar? - dijo Lucas emocionado.

Y así, el taller improvisado se convirtió en un proyecto común. Los tres amigos se unieron para crear el mejor velero galáctico imaginable.

Ya estaba oscureciendo cuando terminaron. Miraron su creación con admiración.

- ¡Mirá! ¡Es fantástico! - dijo Ana, asombrada.

- Pero... ¿y si nuestros padres se preocupan? - preguntó Lucas, mirando al cielo estrellado.

Tomás se dio cuenta de que, aunque su sueño era volar entre las estrellas, la aventura también se encontraba en regresar a casa y compartir su creación.

- Tienes razón - contestó. - Pero entremos a nuestra nave para simular el viaje, y después volvemos.

Se metieron a su velero y comenzaron a hacer ruidos de motores y simulación de viaje.

- ¡Despegamos! - gritó Tomás, imitando el sonido de un cohete.

Los chicos rieron mientras imaginaban estrellas y planetas. Cada uno tenía su propia idea de cómo serían esos lugares.

- ¡Me imagino un planeta lleno de caramelos! - dijo Lucas, lamiéndose los labios.

- Yo quiero ir a encontrar extraterrestres - dijo Ana con ojos brillantes.

Tomás los miró y, sintiendo una profunda alegría, comprendió que la verdadera aventura no estaba solo en el espacio, sino en la amistad.

Al final, decidieron que era hora de volver. Corrieron hacia sus casas, con el corazón lleno de historias y sueños.

Esa noche, mientras miraba por la ventana a las estrellas, Tomás sonrió y se dio cuenta de que cada aventura comienza con un sueño, pero que hay algo aún más hermoso: compartir esos sueños con amigos.

- ¡El próximo capítulo de nuestra aventura empezará mañana! - exclamó Tomás.

Y así, el deseo de navegar por el espacio se convirtió en un viaje maravillosa: un viaje hacia la amistad, la creatividad y la imaginación.

Desde aquel día, Tomás y sus amigos comenzaron a planear nuevas aventuras, construyendo no solo veleros galácticos, sino también un lazo indestructible entre ellos, que siempre les recordará que ellos pueden llegar tan lejos como sus sueños lo permitan.

FIN.

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