El vendedor viajero en la era del imperialismo



Había una vez un valiente vendedor llamado Simón que vivía en la época del imperialismo, en pleno siglo XIX. Simón era conocido por su ingenio y su habilidad para vender productos útiles a las personas de su pueblo. Un día, mientras viajaba con su carromato, una extraña tormenta lo transportó misteriosamente a una época aún más lejana, la era del imperialismo.

Al despertar, Simón se encontró en medio de un bullicioso mercado del siglo XIX. Estaba perplejo al ver a la gente vestida con trajes antiguos y hablar un lenguaje diferente al suyo. Sin embargo, en lugar de asustarse, decidió aprovechar esta oportunidad única para compartir sus productos con las personas de esa época.

Simón desplegó su carromato y comenzó a mostrar sus inventos y artilugios modernos a la multitud asombrada. Presentó la forma de cocinar más rápida con su cocina portátil, explicó cómo mantener la ropa limpia con su jabón especial, y enseñó la importancia de la higiene con sus cepillos de dientes.

Las personas del siglo XIX estaban anonadadas por las maravillas que Simón les presentaba. Pronto, se corrió la voz sobre el vendedor viajero que traía artefactos del futuro. Los habitantes del lugar se acercaban en masa para presenciar estos avances tecnológicos.

Sin embargo, no todo era fácil para Simón. Algunos lugareños desconfiaban de sus inventos, incluso lo acusaban de brujería por sus artículos tan novedosos para su tiempo. Incluso el gobernador local, intrigado por la llegada de Simón, le desafió a demostrar la utilidad de sus productos.

Simón, con valentía, aceptó el desafío. Demostró la eficacia de sus inventos y cómo podían mejorar la vida de las personas. El gobernador, impresionado por la determinación y la inteligencia de Simón, le permitió seguir mostrando sus productos en el mercado.

Con el tiempo, Simón se ganó el respeto y la admiración de la gente del lugar. Sus inventos empezaron a ayudar a la comunidad de diversas formas, desde facilitar las tareas del hogar hasta mejorar la higiene y la salud de las personas. Simón se convirtió en una figura querida y respetada en esa época y dejó una huella imborrable en la historia.

Finalmente, una mañana, tan misteriosamente como había llegado, la tormenta lo transportó de vuelta a su propio tiempo. Aunque Simón extrañaba a la gente del siglo XIX, sabía que su deber estaba en compartir sus conocimientos y ayudar a su propia comunidad. Pero siempre recordaría con cariño su aventura como el vendedor viajero en la era del imperialismo.

FIN.

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